Imperio Esmeralda

- Te equivocas en algo. No he amado a todos los que han entrado en mi cama - contestó con la voz quebrada -. Desde luego, sois completamente diferentes. Todavía no conozco a tu hermano como para saber a ciencia cierta hasta dónde sería capaz de llegar por conseguir lo que se propone. Pero viéndote a ti y sabiendo que sois hermanos, creo que lo había subestimado.

Se detuvo un instante, antes de continuar.

- Y no, yo no siento deseo. No siento pasión, ni ardor, ni lujuria, ni ansia, ni amor ni... nada. No siento nada. Me he convertido en la bushi perfecta, ¿no crees? - bromeó con sarcasmo.

-¿No sientes nada? ¿Ni siquiera el impulso de servir a tu señor? - chasqueé la lengua - en ese caso no siento rencor hacia tí, hermanita, porque sólo los muertos han dejado de sentir. No, no siento rencor; sólo pena.

- El deber no es un impulso, Kida-san, y nunca podré olvidarme de cuál es el mío. Pero lo que no termino de comprender es por qué deberías sentir rencor hacia mí. ¿Qué tengo yo que tú desearías haber poseído? - inquirió Kaoru inclinándose hacia él.

La risa salió entre los bordes de la máscara de Kaoru, sorprendentemente cantarina a la vez que grave. Tendió la mano hacia el rostro de su cuñado y deslizó las yemas de los dedos por su antifaz, casi con ternura.

- Vaya, vaya, Kida-san. Te quejas de la debilidad de tu hermano, de la sombra que proyecta éste sobre ti... ¿y ahora tienes celos de que yo ocupe ese lugar? ¿Acaso el clan no te ha designado deberes mucho más interesantes que servir a tu gemelo?

La joven rellenó las dos tazas de sake y ofreció una a Kida.

- Me cuesta imaginar una situación para la que no estés preparado - dijo con sarcasmo y cierto toque de burla -. ¿Te ves capaz de decirme alguna, o temes que termine utilizando esta información en tu contra?

- Sería muy divertido que no fuera así, ¿no crees? En cualquier caso, no he visto a tu hermano demasiado activo últimamente, con lo que dudo que necesite de mis servicios a la espada...