- Mi temor precisamente es ése, que en mi adversaria podrá hallar las mismas cualidades respecto a educación y enseñanza que en mí. Creo que, con ella, buscar artificios para impresionarla sólo serviría para buscarme yo misma el descrédito. Parece lo suficientemente inteligente como para estar por encima de triquiñuelas cortesanas.

Dejó escapar un suspiro algo angustiado, y se encogió de hombros.

- Hasta que no se decida, no dormiré tranquila. ¿Y vos? ¿Hay algo o alguien que desvele vuestros sueños, Hatsuharu-sama?

-Mi señor, por supuesto. Dijo el Halcón con seriedad. -Ya conocéis su tenebrosa reputación. Bromeó un tanto frívolamente. -La realidad es que me desvelo por los mismos problemas de siempre, Arimi-sama. Conseguir que ninguna de mis pesadillas se haga realidad. Terminó musitando, sombrío.

- Mi madre era una cortesana Escorpión. Tenía respuestas para todo, aunque otra cuestión era que no dijera nunca ninguna - bromeó sonriendo -. Por fortuna para mí, siempre me dijo que las pesadillas pierden importancia cuando se expresan con palabras. Funcionó con aquellas que poblaban mis sueños cuando no era más que una niña; quizá os ayude hablar de vuestras preocupaciones, aunque éstas no desaparezcan - aventuró pensativa.

El Halcón pensó sobre ello. No podía contarle las pesadillas relacionadas con el objeto que le mantenía en vilo desde hacía más años, tampoco nada referente a su complicado kharma y al desenlace que algún día le llevaría a tener que escoger entre dos mundos distintos e irreconciliables; pero tal vez pudiera hablarle un poco sobre la tormentosa relación con su hermano.

-Veréis... Musitó. -Como os he contado tengo un hermano. Le recordó. -Él es mi hermano gemelo, se llama Tsukasa. Apuntó. -Como os he dicho, aunque nuestro aspecto es bastante parecido, nuestros carácteres, en muchos sentidos, son antagónicos. Explicó.

Asintió despacio mientras observaba su rostro detenidamente al hablar. Algo que no debía pasó por su mente, ya que sus mejillas se encendieron y Arimi apartó la mirada aclarándose la garganta.

- Sí, me lo habíais dicho. Pero me cuesta concebir a alguien físicamente igual a vos y con un carácter totalmente opuesto. Continuad, por favor - pidió mirando los pasos que la pareja dejaba en la nieve.

Hatsuharu asinitó. -Aunque nos parecemos mucho, creo que sólo adivinaríais que somos hermanos si estuviéramos uno al lado del otro y pudierais comparar nuestras facciones; pues nuestros espíritus son tan distintos, antagónicos, que a simple vista parecemos dos seres sin ninguna posibilidad de vinculación emocional ni consanguínea. Explicó con voz suave. -En realidad, nos separaron con poco más de seis años: yo fui enviado a tierras Cangrejo y él fue mandado a recibir las enseñanzas Toritaka de una forma más convencional. Sólo nos hemos encontrado una vez más, justo antes de dejar Shiro Kuni, hace cuatro años. Concluyó.

- Cuatro años... dan para...

De repente, la joven se tambaleó y su rostro se convirtió en una máscara blanca, desvaída, y una gota de sudor frío nació en su sien. Parecía estar a punto de derrumbarse ante los ojos del Halcón, y en apenas un segundo, perdió el equilibrio.

El Halcón reaccionó rápido pese a lo inesperado del momento. Avanzó en un ligero paso y con un grácil gesto tomó a la bailarina entre sus brazos antes de que pudiera caer al frío suelo.

-¡¿Qué os ocurre, Arimi-sama?! Exclamó, tratando de mantener su consciencia.

Todo parecía dar vueltas a su alrededor, vueltas que no era capaz de controlar y que la mareaban más y más. Sin duda, el escaso descanso de los últimos días estaba cobrándole su precio.

Cuando estaba a punto de perder la consciencia, algo la devolvió a la realidad, una realidad oscilante y nebulosa, pero una realidad a fin de cuentas. Sintió en su cintura las manos tibias del Halcón, y un escalofrío de emoción recorrió su espalda.

Abrió los ojos, todavía confusa, y parpadeó varias veces para aclarar la mirada.

- Hatsu... Hatsuharu-sama, lamento... - las palabras se perdieron entre los ecos del shotenshu, y el vaho que abandonaba los labios entreabiertos de la joven se mezclaba con el de la respiración del Halcón. Se permitió abandonarse por un instante a aquella deliciosa sensación de incorporeidad ceñida por aquel joven que le robaba el aliento, antes de aclararse la garganta -. Lamento que hayáis tenido que sostenerme, Hatsuharu-sama. Me mareé un poco, pero creo que me encuentro mejor. Si no os causa demasiada molestia, ¿podría invitaros a una taza de té en los aposentos Grulla? Hace demasiado frío para continuar el paseo...

Era tan bella. Pero debía ser un caballero, pese a sus múltiples defectos, pese a su debilidad frente a la belleza femenina, debía comportarse como un samurai de honor. ¿Podría? Era tan bella. ¿Esta vez podría?

-No quiero importunaros mi señora, tal vez sería mejor para vos descansar. Podemos encontrarnos en otro momento. Contestó mientras la llevaba cándidamente hasta un sitio más templado.