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Día 37, 19:00. A la luz de Onnotangu

Temas cerrados pertenecientes a la semana 6 de la Corte de Invierno

Dí­a 37, 19:00. A la luz de Onnotangu

Notapor Soshi Mishi » Lun Mar 24, 2008 6:22 pm

Kakita Arimi

Toritaka Hatsuharu y Kakita Arimi

Si bien la entrevista de la noche anterior había sido demasiado breve por los compromisos que la seguían, Arimi quería dar al Halcón una cena algo más seria en la que poder ahondar en las posibilidades que residían en la familia imperial. Y Hatsuharu era un hombre de recursos. Qué menos que ordenar traer una apetitosa cena a sus aposentos y esperarle lo mejor ataviada posible.

Eligió algo más sencillo esta vez. Su cabello se recogía sobre su nuca, sostenido únicamente por un pequeño pasador de concha irisada, adornado con una perla. Ideyoshi estaba terminando de colocar la cena sobre dos pequeñas mesas de madera lacada en negro, cuando la presencia del bushi fue anunciada.

Aguardó, erguida, frente a la fusama, a que entrara Hatsuharu.
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Toritaka Hatsuharu

Hatsuharu había elegido vestirse con un sencillo kimono, con el mon de su Clan presente en la forma de un elaborado bordado que lucía orgulloso sobre su pecho. Eso era algo excepcional en él, pues no acostumbraba a lucir emblema alguno, contradiciendo así una de esas reglas tácitas que tanto le gustaban de contrariar. No obstante, las maniobras políticas de algunos clanes en los últimos tiempos, le habían llevado a tener que reafirmar, como embajador, el carácter independiente del Halcón. Nadie se anexaría las provincias Toritaka de una forma demasiado sencilla.

-Buenas noches, mi señora. Tinó en una reverencia.
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Kakita Arimi

Arimi sonrió y correspondió a su educado gesto con una elegante reverencia.

- Espero que os despidáis de mí de la misma manera, y será entonces cuando podremos decir que ha sido una buena noche. Pero por favor, pasad, acomodaos.

Hizo un amplio ademán con su mano, dando un paso hacia atrás para descubrir la velada preparada. La sopa humeaba entre los resquicios de los cuencos tapados. La variedad de pescados exhibía sus limpios colores sobre una selección de fruta fresca que pondría el contrapunto a lo salado del mar.

- Lamento haber... acortado de esa manera nuestra conversación de anoche. Gomen nasai.
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Toritaka Hatsuharu

El Halcón sonrió divertido.

-No hay de qué disculparse, Arimi-sama. Vos no tenéis ningún compromiso conmigo, y muchos para con el Imperio. Dijo justo antes de tomar asiento donde le correspondía. -Todo tiene un aspecto delicioso. ¿Lo habéis preparado vos? Se permitió bromear, en tono distendido.
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Kakita Arimi

Arimi se rió mientras se sentaba frente al Halcón.

- Si lo hubiera cocinado yo entonces no parecería tan apetecible, os lo aseguro.

Sirvió un poco de sake en cada taza y cogió la suya, aspirando el suave aroma del licor de arroz.

- ¿Sabéis que voy a participar en el Festival Shiba?
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Toritaka Hatsuharu

-Según dicen, Isawa Koushi-sama ha escogido a algunas de las más bellas damas de la Corte. No dudaba que vos estuviérais entre las elegidas. La agasajó convencido. -Es un gran honor el que os hace el Fénix. Tengo entendido que no es habitual que mujeres de otros Clanes participen en tan íntima ceremonia. Estoy seguro que este hecho os hará más popular si eso es posible. Sonrió.
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Kakita Arimi

- No sé si me ha dado la popularidad que deseaba, Hatsuharu-sama. ¿Acaso no habéis oído los rumores que corren acerca del festival, su organizador y una de las participantes?

Su mirada era seria, y tenía cierto aire preocupado.
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Toritaka Hatsuharu

El Halcón agudizó su mirada sobre el rostro de la Kakita.

-Se escuchan muchos rumores en una Corte de Invierno, mi señora. La mayoría de los cuales obedecen a la gran imaginación que años y años de aburrimiento han dotado a algunas comadres. Nadie debe tener miedo a un cotilleo, siempre que éste no sea verdad y, sobretodo, no persista. Contestó Hatsu despreocupadamente. Era su segunda Corte, y sabía lo que acostumbraba a suceder en estas situaciones.
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Kakita Arimi

Arimi asintió lentamente y bebió un poco de sake antes de empuñar los palillos.

- Sé que los cotilleos sólo son eso, y yo conozco mi verdad. En eso estoy tranquila. Pero no me gustaría que mi nombre fuera de boca en boca si no es seguido de alguna referencia a mi talento como bailarina. No sé si esto no me perjudicará más que ayudarme...

Lentamente, abrió su cuenco de sopa y el vapor salió de entre las paredes de madera.

- En cualquier caso, espero que pronto se apaguen esas murmuraciones tan poco honorables. Mucho más aun si quiero poder hacerme un hueco entre las preferencias de la Princesa...
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Toritaka Hatsuharu

-Cuando rumores más suculentos alcancen según qué oídos, la palabrería sobre romances no será más que sopa de miso ante un banquete imperial. Para empezar mis buenos Mantis han accedido a la Corte de forma un tanto precipitada. ¿Maniobra Escorpión? ¿Quién sabe? Pero seguro que ocupará buena parte de los desvelos durante estos días. Además está la famosa Gesta Imperial, con toda su parafernalia, dimes y diretes... En resumen, no temáis. Hay demasiados platos para tan pocos comensales... Sentenció con una gran sonrisa.
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Kakita Arimi

- Vaya, Mantis en la corte de invierno... No pensé que fueran más que habladurías. Ya sé que el Zorro ha sido invitado, pero supuse que se debería a su buena relación con el Fénix. Me gustaría saber qué ganarían los Escorpión trayendo aquí a la Mantis, aparte de desquiciar a la mitad de los diplomáticos de los demás grandes clanes.

Por un momento se quedó callada y luego sonrió.

- No parece poco, visto así.
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Toritaka Hatsuharu

-¿Os dais cuenta, mi señora? En este preciso instante estamos creando un rumor. Es muy posible que mañana corra como la pimienta gaijin que Hanzô ha sido invitado como previo-pago de algún Escorpión. La naturaleza de los cotilleos es incomprensiblemente voluble. Disfrutad de ellos mientras podáis, cread vuestros propias noticias cuando os convenga; y, por encima de todo, manteneos alejada de según qué cortesanos. La aconsejó el Halcón.
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Kakita Arimi

- Supongo que habrá quienes intenten dañar la reputación de otros a través de este medio, pero creo que a la larga sólo dañan la propia; si llega a ser descubierto, saldrá bastante peor parado que la persona a la que intentó dañar...

Se llevó un palillo a la comisura de la boca, pensativa.

- No. Es mucho mejor derrotar a quien desprecias en su propio terreno en lugar de rebajar tu honor a una calumnia.
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Toritaka Hatsuharu

-Me complace escucharos hablar en estos términos. Se alegró el Halcón. -Pero decidme, hay algo más que os preocupe. Creo haberlo leído en vuestra mirada. Admitió, sincero.
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Kakita Arimi

Sonrió agradeciendo la comprensión que mostraba, y dejó los palillos sobre la mesa.

- Lo cierto es que sigo dando vueltas a la mejor manera de tratar con Miya Shizuka. Durante la cena hizo gala de tal magnificencia que sin poder evitarlo me siento pequeña cuando hablo con ella.
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Toritaka Hatsuharu

-No debéis preocuparos, el peso de un apellido imperial amodorra los sentidos. Pero corre el rumor que fuisteis invitada a una cena imperial. Eso demuestra que su casa siente gran interés en vos, mi señora. Se felicitó el Halcón.
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Kakita Arimi

Arimi asintió complacida como un gato ronroneante.

- Sí, asistí a una cena con la Princesa. Miya Shizuka-sama y Seppun Gôchô-sama se encontraban en ella y fue toda una experiencia. Esa mujer parece haber nacido con la diplomacia entre las venas.

Paladeó un poco de sake antes de mirar de nuevo a Hatsuharu y sonreir.

- Quizá pudiera preparar una pequeña cena a la que invitar a Miya Shizuka-sama, a modo de agradecimiento por interceder entre los deseos de la princesa y yo. Aunque no sé si se lo tomará como un soborno... - una pequeña risa divertida abandonó los labios de la joven.
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Toritaka Hatsuharu

-La Corte no es mi hábitat natural, Arimi-sama; pero creo que vos, como la mayoría en este Kyuden, no tenéis todavía el poder para invitar a una Dama Imperial y que ésta acuda abiertamente. Me temo que, muy educadamente, se excusaría y rechazaría vuestra invitación, mi señora. Juzgó con cierto pesar, sin temor de ofender a la bailarina. Todo lo que decía era verdad, y al fin y al cabo juzgaba a la Grulla como alguien pragmático. No era adulación lo que Arimi necesitaba ahora.
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Kakita Arimi

- Ya, protocolariamente no podría hacerlo de manera directa, con lo cual tenía en mente que quizá cierto conocido mío de mayor renombre pudiera ser nuestro anfitrión. Aunque, claro está, no es más que un simple esbozo. Daría mi dedo meñique por saber qué se murmura en Otosan Uchi sobre tan digna dama...

Lejos de su tono de voz quedaba reproche alguno, pues la bailarina era consciente de que los dictados de Hatsuharu iban directamente enfocados a su bien y jamás despreciaría consejo alguno proviniente de él.
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Toritaka Hatsuharu

-Comprendo... Musitó el Halcón para sus adentros. -En nuestro último encuentro os confié que había tenido un breve encuentro con ella, ¿verdad? Preguntó Hatsuharu calmadamente, sabedor de que así era.
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Kakita Arimi

La mirada de Arimi se deslizó desde la mesita hasta los ojos del Halcón, repentinamente interesada. Entornó los párpados a través de las espesas pestañas negras y asintió silenciosamente.

- Así es. Aunque yo jamás osaría pediros que me confiarais ninguna confidencia privada...

En su tono de voz se dejaba traslucir el respeto por los secretos del samurai.
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Toritaka Hatsuharu

-Y yo no pervertiría vuestro espíritu con infames palabras extraídas de una conversación privada, Arimi-sama. Dijo seriamente, dando a entender que no pensaba comprometerla de esa forma. -Debéis saber que antes de acudir a escuchar su consejo, tuve a bien documentarme en ciertos ambientes. Puede que parezca algo descortés por mi parte -de hecho así es-, pero en lo que al asunto tratado con Miya Shizuka-sama se refiere, toda precaución es poca. Por eso, aunque no sé si debo, puedo legaros alguna información sobre su persona y circunstancias. Aunque si decidís escuchar estas palabras traídas con el viento, haríais bien en saber tomarlas en su justa medida, pues la mayoría no dejan de ser más que meros rumores y habladurías; ecos lejanos. Y eso es algo que mi legado puede afrontar, pero tal vez no vuestro ser. Explicó meticulosamente, con una pizca de misticismo.
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Kakita Arimi

Asintió silenciosamente y se dispuso a rellenar las tazas de sake antes de que el Halcón comenzara su relato.

- Seguiré vuestro consejo y no tomaré de vuestras palabras otras que las que vos consideréis oportunas.
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Toritaka Hatsuharu

Hatsuharu asintió. A decir verdad no era gran cosa lo que había podido recabar, pero tal vez en ello encontrara Arimi un rescoldo u oportunidad a la que agarrarse cuando tratara con ella.

-En primer lugar debéis saber que hay algo que compartís con Miya Shizuka-sama. Una ventaja en vuestro trato con ella que nadie podrá arrebataros jamás: las dos habéis sido educadas bajo los designios de la Grulla. Vos habéis sido tutelada por los fabulosos artesanos Kakita y ella bajo el manto de los sabios Asahina. Explicó, dándole tiempo a Arimi para madurar un pensamiento al respecto.
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Kakita Arimi

Un gesto de sorpresa se dibujó en los labios de la bailarina.

- ¿Asahina, decís? Me resulta realmente curioso; su familia se dedica al estudio, la paz y el recogimiento con mayor firmeza y ahínco incluso que el Dragón. Me gustaría saber cómo llegó a estudiar con ellos... Si ha sido educada bajo las alas de la Grulla, sin duda agradecerá a nuestro clan el haber compartido con ella conocimientos milenarios...
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Toritaka Hatsuharu

El Halcón asintió.

-No sé cómo accedió, aunque enseñar a una Dama Imperial es también un honor en si mismo. Además es probable que el daimyo Miya intercediera en el asunto. Según tengo entendido, Miya Shizuka-sama es su principal protegida, lo cual es un dato de suma importancia para entender la verdadera posición que ostenta vuestra futura amiga. Sonrió. -Miya Yoto-sama es una de las voces en las que el Hijo de los Cielos más confía. Explicó en tono confidente.
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Kakita Arimi

- Caramba... Creo que esto me hará tenerla en una estima todavía más elevada. Siendo protegida de Miya Yoto sin duda tendrá un lugar en la Corte Celestial todavía más cercano al Emperador. Lo cual la hace todavía más apetecible... Una influencia totalmente deseable.

Sonrió mientras masticaba un poco de arroz.

- ¿Sabéis si goza de alguna amistad cercana? ¿Algún árbol en cuya sombra pueda cobijarme?
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Toritaka Hatsuharu

-Aparte de los mencionados Miya Yoto-sama y la princesa, tengo entendido que la une una gran amistad con su yojimbô: Miya Nobutoku-sama. Éste es un samurai excepcional, pues, según tengo entendido, en el pasado fue alumno del mismísimo Akodo Kage, abandonando posteriormente las enseñanzas del León para unirse al cuerpo Seppun: Miya Nobutoku es el actual alumno de Seppun Gôchô, el capitán de la Guardia Imperial. Dijo satisfecho por una confesión que estaba seguro pocos conocerían en la corte.
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Kakita Arimi

Los párpados de Arimi se iban retirando cada vez más hasta fijar en el Halcón una mirada sorprendida. Un silencio se extendió entre ellos hasta que la bailarina consiguió hilar unas pocas palabras. Su rostro entonces se veló por una máscara de agradecimiento sincero.

- Hatsuharu-sama, no sabéis cuánto aprecio vuestra confianza. Sin duda, me habéis proporcionado más caminos para llegar hasta la Miya de los que podría haber encontrado por mí misma. No sé cómo podría devolveros el favor...

Su cabeza se inclinó suavemente, y un tenue aroma se extendió hasta los sentidos del bushi, hablándole de noches más templadas y caricias prohibidas.
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Toritaka Hatsuharu

Hatsu observaba silenciosamente los movimientos perfectos de la bailarina, hechizado por una prestancia que no conseguía olvidar en sus desvelos.

-Pronto tendréis más cosas que agradecerme, Arimi-sama; tal vez sea mejor que acumule mis méritos. Así podríais devolverme el favor de una sola vez. Bromeó el Halcón, pícaro.
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Kakita Arimi

Una carcajada entre pudorosa y divertida se deslizó por los labios entreabiertos de la bailarina.

- ¿Qué más méritos podéis acumular conmigo? ¿Acaso sabéis algo más de esta shugenja...?

La última pregunta de Arimi fue cada vez más lenta, impregnando cada palabra del asombro que le provocaría una respuesta afirmativa.
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Toritaka Hatsuharu

-Oh... por supuesto que conozco más rumores sobre nuestra señora Miya. Una parte de mis tareas consiste en recavar información sobre los individuos más singulares. Confirmó el Halcón con una sonrisa. A simple vista, nadie sabría decir si estaba bromeando o ciertamente ése era uno de sus deberes.
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Kakita Arimi

Los labios de Arimi se estiraron en una sonrisa sensual a la par que divertida.

- Vaya, vaya, así que eso es lo que os hace disfrutar tan a menudo de mi compañía... ¿Y qué diréis a vuestro señor sobre mí, Hatsuharu-sama?
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Toritaka Hatsuharu

-A mi señor no le diré nada de vos, mi señora. Pues vuestra mágica presencia en los Reinos es el secreto que con más ahinco guardaré. No obstante, mi celo será en vano, pues vuestra luz ilumina la noche de tal forma que desde mis lejanas tierras, allí en ese bosque de ánimas llamado Shinomen, observan como de níveo resplandor se tiñe el cielo. Sonrió el Halcón.
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Kakita Arimi

Cada sílaba que abandonaba los delicados labios del Halcón arrancaba una mota de rubor a las mejillas de la Grulla. Su mirada se fijó en él, y su boca se relajó, dejando entrever media sonrisa complacida, mientras ladeaba la cabeza y suspiraba.

- Hatsuharu-sama, me habéis engañado. No sois un bushi Halcón. Estoy convencida de que estudiasteis con nuestros poetas Kakita y utilizais esa estratagema para cautivar la mirada y el alma de las jóvenes como yo - dijo fingiendo un puchero.
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Toritaka Hatsuharu

-Jamás osaría engañaros, dama mía. Makoto es mi verdadero nombre cuando me encuentro frente a vos. Contestó, galante.
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Kakita Arimi

- Sinceridad... ¿Qué otra cosa podría esperarse de un samurai íntegro y honesto? La belleza puede encontrarse en las palabras que son ciertas, aunque no siempre la verdad es bella, al menos en el concepto tradicional. Sin embargo, todo lo que vos decís resulta néctar para mis oídos...

Con un simple gesto, Ideyoshi acudió a la llamada de su ama y recogió la comida, dejando una única mesita entre ambos en la que depositó un juego de té. La bailarina se incorporó, sentándose junto al Halcón. Dentro de cada taza había dos extrañas flores de tonalidades purpúreas.

- Esto que veis aquí son flores de uan extraña variedad de loto, traídas de mi tierra, donde florecen en las enredaderas que trepan por los muros de Kyuden Kakita. En lugar de morir cuando se derrama el agua caliente sobre ellas...

Arimi tomó la tetera y sirvió cuidadosamente la infusión. Las flores extendieron sus pétalos en el fondo de la cerámica, desprendiendo un aroma dulce y un tono rojizo en el agua. Su color se fue tornando blanquecino y más brillante, conforme absorbía el vapor.

-... se tornan más hermosas. Su belleza radica en deslumbrar cuando más adversa les es la situación.

La joven cogió la taza y se la extendió a Hatsuharu con una leve sonrisa.
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Toritaka Hatsuharu

Hatsu asintió mientras miraba fijamente a la bailarina. Adoraba esa determinación, esa capacidad para tornar en bella la cosa más insignificante.

Sin pronunciar palabra alguna, tomó la taza de las manos de Arimi mientras saboreaba despacio la delicada esencia de esa flor excepcional.
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Kakita Arimi

Su sonrisa se hizo más amplia y cargada de estima mientras observaba los gestos pausados de su invitado. Apartando un instante la mirada de aquellos ojos extraños, probó su infusión. Suave, cálida, reconfortante. Su voz salió como si se encontraran en un ensueño, lejano y fantástico.

- Este aroma me trae recuerdos de mi hogar, de mis días de estudiante. Qué sencillo era todo, cuando el camino aparecía claramente marcado frente a mis pequeños pies. Ahora las bifurcaciones son tantas y tan variadas que nunca sabré antes de tomar una si será la apropiada.

Sus susurros ensimismados cesaron y un tono de voz más alegre y menos íntimo tomó su lugar.

- ¿Os gusta? Siendo como sois conocedor de tantas y tan variadas tierras, me extrañaría que no hubierais probado antes algo similar.
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Toritaka Hatsuharu

El joven asintió convencido.

-Este néctar es algo delicioso y nuevo para mí. Podré contar en mi próximo destino las maravillas de un aromático té hecho a partir de las flores que surgían en Kyuden Kakita saludando al paso de la más bella dama Grulla desde Doji-kami: vos. Sonrió Hatsuharu. -Quizás nadie llegue a creerme, pero vos y yo sabemos que esa historia es cierta. Dijo en un susurro íntimo.
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Kakita Arimi

Arimi dejó reposar la taza sobre la bandeja y se llevó el dorso de la mano al rostro acalorado.

- ¿No... no hace un poco de calor aquí? Creo que entornaré un poco la ventana...

Se levantó con cierta premura y se dirigió al fondo de la habitación, donde una pequeña ventana de madera se abrió, dejando entrar el aire helado del exterior. La joven permitió que la escarcha besara sus mejillas mientras observaba el exterior, intentando serenarse. Ese joven parecía capaz de alterar cada centímetro de su ser.
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Toritaka Hatsuharu

Hatsuharu se levantó para colocarse junto a Arimi, observando el exterior.

-No creo que vuestro calor mengüe con una simple brisa helada, mi señora. Se permitió observar el joven con una sonrisa.
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Kakita Arimi

Arimi miró de reojo al Halcón y esbozó media sonrisa.

- No, no lo hará. Pero la noche es hermosa y vuestras palabras son las que causan que mi temperatura se alce a cada sílaba que pronunciais. Es curioso, cómo una voz puede traspasar su calidez y cómo otras logran helar cada espacio de tu piel...

El viento acompañó su diálogo azotando con mayor violencia los rostros de los dos jóvenes. Las lámparas del interior se apagaron, y la habitación quedó sumida en la penumbra. Sólo la luna, tímida entre las nubes, alumbraba sus hermosos semblantes.
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Toritaka Hatsuharu

El Halcón se limitó a escuchar las palabras de la joven bailarina. Cuántos anhelos causaría Kakita Arimi en la Corte no lo sabía, pero estaba seguro que mientras viviera su presencia nunca pasaría inadvertida.

Cuando la luz menguó en el interior del cálido refugio, Hatsuharu posó su tibia mano sobre el menudo hombro de la princesa Grulla.

-Vivamos este momento cálidamente, entonces... Se limitó a asentir con una cercana sonrisa.
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Kakita Arimi

Podía sentir la tibieza de la mano del Halcón sobre la seda de su kimono, traspasando la tela y llegando hasta su piel, erizándola como si el frío estuviera paseando por sus poros.

Arimi se giró para mirarle a los ojos, líquidos los suyos como el acero antes de ser forjado, y los entornó entre las espesas pestañas que adornaban su mirada.

- Vais a conseguir que la fiebre haga presa en mí...

Su voz se escapó en un susurro privado, profundo, cercano. Dio un pequeño paso hacia el Halcón, haciendo más próximo el contacto y el perfume, que despegaba de su piel para aterrizar en el olfato del bushi.
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Toritaka Hatsuharu

Al acercarse a él, Hatsuharu disfrutó en silencio del suave aroma floral que desprendía el cuerpo inmaculado de la bailarina. Tomando suavemente las delicadas manos de Arimi, acercándose más y más a esos labios como rosados pétalos.
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Kakita Arimi

Las manos de la joven eran tibias, suaves, y sus dedos esbeltos asieron los del Halcón con delicadeza, deslizando las yemas por sus palmas, que contrastaban con la temperatura de Arimi, frías y lisas como el mármol.

Sus ojos grisaceos recorrieron su rostro paseando por sus mejillas tersas, su frente pensativa, posándose un instante en su boca anhelante hasta llegar a su mirada. Lentamente, sus pies se alzaron de puntillas hasta llegar a rozar la mejilla del bushi con la suya, dejando que su calor traspasara la frontera de la piel hasta llegar al interior del joven. Muy despacio, tras unos segundos compartiendo esa caricia, Arimi se separó lentamente, dejando que sus pómulos encontraran el final del contacto, enfrentada de nuevo a sus ojos, tan próximos que Hatsuharu podía sentir su respiración tranquila rozando sus labios.
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Toritaka Hatsuharu

Y así se abandonó el joven y sagaz aventurero, embargado en un sinfin de contradictorias sensaciones. Frío y calor; dulzura y amargura; ¿por qué resultaban tan extrañas en su mente?

La escarpada ladera de una desolada montaña, azotada por los vientos inmemoriales; una promesa por cumplir; un alma a la que servir; la unidad...

Recuerdos suyos y de otros fluían en ese momento de romántico misticismo, y los ojos rojos de Toritaka Hatsuharu leían el alma de esa mujer de nívea melena a la que abrazaba con delirio.
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Kakita Arimi

Los labios del Halcón eran fríos, y traspasaron esta sensación al resto del cuerpo de la joven a través del beso. Un beso que removió cada centímetro de su ser hasta hacer perder la consciencia de sí misma a la joven. Deslizó suavemente las manos por su cuello, disfrutando de la suavidad de una piel sin mácula que irradiaba una atracción difícil de resistir.

El delicioso olor de Arimi impregnó cada partícula de aire que respiraba Hatsuharu, que podía notar las yemas de sus dedos enredadas en su nuca, en su cabello, convirtiendo cada caricia en un roce apenas, en un instante único y preciado.

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Soshi Mishi
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