- Hablad hablad... qué antiguas costumbres? Aoshi dejó que el agua acariciase su pecho mientras ceraba los ojos un una beatífica sonrisa le aparecía el los labios. Le aguadaba escuchar la voz de Reika, aunque no comprendiese bien lo que le decía.

Sonreí y reí ante lo que veía y escuchaba.

-"Nubes oscuras, noche cerrada y sin embargo es de día"

El movimiento se mostraba caminando o rodando o cayendo, opté por ahorrar tiempo.

-"A eso me refiero con viejas costumbres. Para otras necesitaría una cascada, pero me conformo con este baño. Una que siempre sigo es escuchar, incluso a mí misma o al viento para poder aprender"

La humedad perlaba la piel tersa de Aoshi. Su color denotaba muchas horas de exposición solar, no escondida en un castillo. Sus marcas, señales de heridas, de tantos y espadas. Una muy reciente, a la altura del vientre. Debía ser de pocas semanas pq estaba aún cicatrizando. Las otras ya tenían algunos meses. Allí, confiado y relajado, Aoshi tenía expresión inocente y calmada.
Su cabello, de un castaño claro, casi rojizo, también había sido invadido por la calidez del agua.

- Nunca os había visto por la Corte. Es extraño que antes o después no hayamos coincidido. Habéis venido recientemente quizás?

La humedad hacía brillar mi piel ligeramente morena, los tatuajes parecían vivos de colores intensos, el cabello, largo, flotaba en parte en el agua. La piel parecía fina, pero se notaba al fijarse que el cuerpo estaba endurecido, fibroso por el ejercicio intenso.

-"Apenas unos días Aoshi-san, no me muevo por los salones, sino por las capillas y los jardines, no hace mucho que he hecho correr la noticia de mi presencia, para conversar"

Me remojé de nuevo el cabello, cerrando los ojos color castaño, suspiré y sonreí. Estaba cómoda, aunque siempre me amoldaba a donde me hallase.

-"Debeis trataros esos cortes, aunque veo que no os importan las cicatrices"

Entreabrió un poco los ojos se miró el cuerpo. Cierto.. demasiadas marcas.

- Están ah. No pueden irse- su voz se tornó dolorosa- no deben irse. Musitó.

Cerró los ojos, su rostro había perdido la sonrisa.

Algo que rara vez ocurría, ocurrió, dejé de sonreir, mi rostro se volvió serio, parecía que tal actitud no encajaba en mis facciones.

-"El dolor hay que aceptarlo, no dejar que nos ahoge"

Miré a Aoshi, esperando, mis ojos serenos, calmados como estanques de agua otoñal.

Aoshi mantuvo los ojos entrecerrados.

El verano llegaba a su fin.

Sukumi y él acechaban a los ronin que habían estado cazando en la propiedad imperial. Eran más que ellos. Una decena. Aoshi sabía que no podían encarase a ellos directamente. Pero Sukumi no tenía miedo. Estaba tan hermosa con aquella luz del sol atravesando el aún verde follaje de los árboles sobre su faz. Sus ojos verdes se miraron, él no lo sabía, por última vez. Iba a decirle que debían reunir refuerzos, pedir ayuda cuando ella saltó impetuosa como era. "Mi pequeño fuego fatuo", como la llamaba él. "Quemas pero no devoras".

- ALto, en nombre del Emperador. Estáis profanando una posesión Imperial... y luego todo fue confuso. Gritos, espadas. Aoshi se levantó espada en mano invocando su magia, pero varios hombres saltaron sobre él. Amagos, esquivas, heridas. Sangre.

Dolor.

Unos segundos, quizás toda una eternidas.

Aoshi estaba tirado junto al arrollo, ya nada se oía en el bosque. Sólo unos pájaros. No podía recordar con exactitud lo pasado. No sabía si habíaperdido la conciencia.

El sol declinaba. Intentó en vano incorporarse. El cuerpo no le respondía. Estaba débil, entumecido. Dolorosos relámpagos le cruzaban el cuerpo. Y un poco más allá podo ver a Sukumi. Sus manos aún esmpuñanan el arco pero la cuerda estaba rota. La sangre de ambos manaba por entre los cantos rodados del arrollo uniéndose a la pura agua del río. Sangre inocente.

El dolor. La oscuridad...

El dolor.

- Se nadar. Dijo Aoshi con voz ronca y baja. Era agua del vapor o eran lágrimas lo de sus mejillas. Ni siquiera él podía saberlo

El silencio se hizo, el tiempo pasaba, miraba a Aoshi, escuché aquellas breves palabras que tanto significaban para algunos. Para mí, en ese momento, era una llamada. Cogí agua y suavemente la vertí sobre la cabeza de Aoshi.

-"Deja que el agua fluya, deja la mente en blanco. Respira suavemente, deja que el dolor se arrastre y se diluya."

Volví a hacer lo mismo, despacio, con mi voz suave arrullandolo.

-"Cierra las heridas, Aoshi-san, nada hacen. No nades, no, no es momento de nadar, es momento de mirar al agua, vernos y fundirnos con esa imagen"

Le observé despacio, mirandole, soplé su frente, con suavidad.

-"La calma, la calma te llega, deja atrás el dolor, fortalece tu espíritu, deja sanar las heridas"

- Pe... - No podía hablar. Fuese loque fuese lo que había hecho aquela ize sumi le había derrumbado las barreras que, cual muralla del Carpintero, mantenían a raya los recuerdos y los sentimientos.- ... pero.... qué más da. Ella ya no volverá. Debería haber... yo debería... Cerró los ojos. Ojalá pudiese olvidar. Ojalá hubiese muerto aquella tarde él también. Los Dioses juegan cruelmente con los hombres.

Soplé su frente, volví a mojar su cabeza y con cuidado aparté los cabellos con una toalla, secandole la cara. Con aquellas palabras me bastaba para entender.

-"Aoshi-san, el perdón está ahí,ella no volverá, ireis vos en su momento, os estará esperando, cerrar las heridas, perdonad al pasado, haced florecer la sonrisa. Vuestro sufrimiento es el suyo, haced de vuestra alegría la suya"

Le dí unas palmaditas en la cara.

-"La rueda gira, ella os dió un propósito, no lo enturbieis con el dolor. Guardad el buen recuerdo, acabado un camino empieza otro y todo vuelve, todo"