Shuba cogió la ropa que le tendía una de las muchachas y comenzó a vestirse.

-¿Mayor? No puedo imaginar nada mayor que ser el capitán de la guardia del palacio en el que se celebra la Corte de Invierno. Además estoy casado y tengo una bella hija que pronto va a contraer matrimonio. ¿Mejorar? No veo cómo.

Aoshi también empezó a vestirse. Siguió hablando como si nada.

- Y por qué no vuestras propias tierras y súbditos. Un igual entre otros señores, respetado y honrado por los daimyo. Y vuestra hija la digna heredera de un gran señor. Soy shugenja y puedo ver en vos un aire especial, un aire de dignidad y de nobleza que se ve en pocos hombres en estos tiempos.

El futuro, eh? Pensó Aoshi. Conocía a quien también podía preveer cosas en ocasiones, pero aquella era otra historia
- Será un honor.

Excelente

Shuba llevó a Aoshi a sus dependencias, ubicadas en quinta planta de la torre principal de palacio. Allí su hija Shiba Hiyori, a pesar de encontrarse sorprendida porque su padre hubiese vuelto tan pronto y que trajera un invitado, atendió con rapidez a los dos como señora de la casa al no estar su madre. Repartió las raciones de la comida, llenó y rellenó generosamente las tazas primero de té y luego ya de sake, y se comportó como una gran anfitriona, pero hablando lo mínimo para no importunar la conversación entre su padre y su invitado...

- Mi señor, permitidme que insista en que los Kami os han elegido entre muchos. Es algo evidente a todas luces pues hasta os han bendecido con una hija, tan hermosa como buena anfitriona.- Se dirigió hacia Hiyori- Vuestro honorable padre me ha hablado muy bien de vos. Pero creo que se quedó corto. Seríais la envidia de cualquier dama de la Corte y la esposa ideal de cualquier samurai. Me han dicho que os han prometido ya.

El rubor acudió a mi cara.

-Oh, Kitsune Aoshi-sama, sois amable en extremo. Vuestros elogios son realmente lindos. Así es, me he prometido con un gran bushi del clan Dragón, llamado Mirumoto Kuroda. El retrato que me llegó de él me indica que es un hábil samurai.

La sangre desapareció de la faz de Aoshi. "Kuroda". Ese era el nombre de uno de los brujos que buscaban. Pero no podía ser el mismo. Primero porque aquel era un Hiruma, y segundo porque el brujo no iría prometiéndose con damitas y saludando con su nombre por ahí. Una casualidad. Pero desagradable.

- Kuroda...- Musitó. Entonces, aún no le conocéis. No puedo por menos que desearos un feliz matrimonio. Espero que vuestro prometido sea un digno yerno de vuestro noble padre. Me ha dicho que vos misma habéis notado que es un hombre de un destino radiante, neh?

Fascinante.

- Ah...! - Miró a Shuba-. Tenéis un diamante bajo vuestro techo, mi señor. - Volvió amirar a Hiyori-. Y cómo es, si me permitís preguntar. Quiero decir... como podéis... conocer esas cosas