Imperio Esmeralda

Y tú tampoco lo sabes.

- Hai. Sonrió. Cualquier medida es poca. No quiero que penséis que no confío en todos los esfuerzos que realiza vuestro clan. De eso no puedo tener ninguna duda, claro. Peo de quien si desconfío es de nuestro enemigo. No han alcanzado su poder siendo torpes e imprudentes. Se que tienen un plan y que intentarán sortear nuestras defensas. Sabemos que al menos uno de ellos es capaz de disimular la Mancha y, como sabnéis, un poderoso shugenja, puede cambiar su aspecto con extrañas y poderosas magias. Se han dado casos, no es tan extrafalario.

Evidentemente, Aoshi no confiaba en Kuni Yori. Había algo malévolo en él.

- Y existen los Inquisidores porque no podemos bajar la guardia. Y los cazadores de Brujas porque no podemos bajar la guardia. Y la Muralla Kaiu porque no podemos bajar la guardia. Y muchas herramientas que funcionan hace siglos... porque no podemos bajar la guardia.

Hizo una pausa.

- Creo que ya he abusado demasiado de vuestra honrosa hospitalidad, mi señor. Os estoy agradecido por toda vuestra cortesía y la galante gracia de vuestra hija. - Luego, como amistoso desafío añadió. Algún día, me honraréis cruzando vuestro espada contra la mía en el dojo?

Por supuesto, ahora tocaba pagar el precio de la cortesía. Sin embargo no era un precio alto.

Meditó. Ryosei era imposible, evidentemente. Pensó en otras damas que conociese. Estaba Yuki; era una buena opción. Mariko; ya no la consideraba una amiga de confianza. Ni Kaoru. Saro era demasiado... Saro. Keiko.. Keiko estaba tensa. Debía ser por lo de los brujos o por lo que le había contado del caso de Otosan Uchi en verano.

- Hai. Sé a quien recomendaros. Kitsuki Keiko-sama. Es amiga de mi familia. Reputada en la Corte por sus trabajos como Magistrada y de nobles relaciones. Sin duda una dama de buena compañía para vuestra hija. Será para mí un honor presentarsela a vuestra hija y seguro que serán buenas amigas y que le aconsejará convenientemente.

Y Aoshi sonrió.

-Dômo arigatô, Aoshi-san. Sé que estará ocupada en un evento como la Corte de Invierno, pero mi hija se amoldará a sus horarios. Es un gran honor que una dama como ella pueda tutelar a mi hija: sus consejos serán para ella, aunque me repita, un inmenso honor - el capitán acompañó a su invitado hasta la salida - y si hay algo que pueda hacer para facilitar las tareas de dicha dama, sólo tiene que decirlo. Matta na, Aoshi-san.

Como actual señora de la casa, caminé con pasitos cortos junto a mi padre, haciendo una profunda reverencia a Kitsune Aoshi por la velada tan agradable. Iba a ser un honor estar a los pies de una dama como Kitsuki Keiko...