Imperio Esmeralda

Moshi Hayaku, Shiba Fuu y su seguro servidor

Tras haberme enterado del restaurante, La Flor de Loto, había observado con antelación que el lugar, a pesar de su nombre rimbombante y que sugería delicias de sushi y hongos asados, lo que había era una cantidad de heimin malhablados, ruidosos, y que sería todo menos una invitación similar pero.. estaba preparado. Tenía un par de varillas de sándalo y un plan.

Cogí a un pilluelo callejero, le aleccioné y le susurré unas amenazas Escorpión, de ésas que son capaces de hacer temblar a un gato de escayola. Luego le di la zanahoria en forma de un bu, tras lo que me puse a esperar en una esquina. Vi que habría la puerta de par en par, gritando "la guardia, la guardia, que viene la guardia", y pude ver con satisfacción que los clientes salían como si todos los demonios del Jigoku les estuvieran persiguiendo.

Tras vaciar el local entré con una sonrisa a los labios, mientras discutía con el dueño sus menús.

La Shiba caminaba con una despreocupación indigna de todo yojimbô que se precie. Más preocupada por sus propias cavilaciones que por controlar a todo aquel con aspecto sospechoso; y de esos había muchos en el districto en el que se enmarcaba ese garito de mala muerte en el que habían quedado con el Escorpión.

-¿Qué crees que desea Bayushi Shun ahora que su problema está arreglado?

-Baka... ¿Por qué siempre piensa que todo está relacionado con ella? - murmuró para si misma al tiempo que entraba en el garito de mala muerte que Shun había escogido.

Miraba a ratos por las ventanas de aquel infecto lugar.

Sólo espero que no haya cucarachas. Que me dan un asco que pa qué..
Mirar a las ventanas servía para cerciorarme de que por un lado no regresaba la escoria, y por otro ver si llegaban Hayaku-sama y Fuu-sama. Ah, parecía que se acercaban aquellas dos damas, lo que me aliviaba, al ver aquel garito pensé que Hayaku-sama se había equivocado de dirección.

Al ver al Bayushi, Fuu le saludó moviendo ligeramente la cabeza, y se mantuvo al lado de la yoriki.

Entré en el lugar, aunque antes murmuré a Fuu.

-Es extraño. Este sitio suele estar mucho más animado, y sin embargo parece que haya pasado por aquí el recaudador de impuestos del gobernador.

-Ohayô gozaimasu, Shun-san. Espero que os parezca este local lo bastante... interesante.

Ohayo gozaimasu, Hayaku-sama, Fuu-sama. El local estaba bastante más lleno hace unos minutos, pero al parecer todos los demás clientes salieron de estampida como si tuvieran algo pendiente y urgente que hacer, así que hasta que vuelvan de sus quehaceres este sitio es todo nuestro luego me dirigí al dueño una mesa para comer las dos damas y yo, por favor. Un lugar tranquilo.

-Sí, sin duda tenían el arroz en el fuego y se les iba a quemar. La gente de esta ciudad es muy hacendosa, y sus ollas para el arroz son enormes. Y muy numerosas. Pero así tenemos más sitios para nosotros, además de que las personas son como las mareas. No tardarán doce horas en volver... - eché una mirada enfadada al dueño, como si él tuviese la culpa de algo. De algo sería culpable.

Ah..

Ah.. no sabía de esa costumbre. Pero hasta que vengan, tendremos tranquilidad. Vamos al reservado. Por cierto, ¿qué tal los asuntos de la ciudad? ¿Han mejorado las cosas?