-Transmitidle también los míos, Bayushi Ginta-san. - dije mientras continuaba mi paseo matutino.

Avanzamos hasta alcanzar a la comitiva de la princesa y esperamos a que con un gesto de la princesa pudieramos acercarnos y presentarnos ante tan importante personalidad. Inicie una presentación pausada mirando a aquellas personalidades y presentandome y saludando a cada una de ellas respetuosamente.

-Hajimemashite honorable Otomo Hijikohime-dôno, me encuentro gratamente agradecido a las Fortunas que permitieron que pudiera conocerla. Seppun Gôchô-sama no tengo el gusto de conocerlo personalmente pero su nombre es conocido y respetado ampliamente. Miya-sama tampoco tengo el placer de conocerla a usted.

Voltee hacia donde se encontraba Kakita Arimi y su acompañante, un samurai Bayushi.

-Kakita Arimi-sama que bueno volver a encontrarnos, la unica vez que hemos coincidido fue lamentablemente por el muy corto tiempo que duro la ocasión. Bayushi-sama no creo que nos conozcamos. Soy Akodo Eizo, bushi del dôjo Akodo del Clan León, douzo yoroshiku onegaishimasu.

Hice una reverencia pronunciada y pausada demostrando el respeto que tenia por aquellas personas.

Avancé junto a Eizo, esperamos pacientemente a que se nos concediera permiso para acercarnos, hice una profunda reverencia al llegar. Luego Eizo se presentó e hizo algunos comentarios, me guardé para mí hasta mis propios pensamientos.

-"Que la gracia bendita de Dama Amateratsu siempre brille sobre vos. No hay palabras para expresar el honor que siento. Permitidme nobles samurais que me presente, mi nombre es Akodo Iwame, hija de Akodo Arami-sama, bushi de la honorable escuela Akodo. Seppun-sama, Miya-sama, Bayushi-sama, Kakita-sama"

Volví a hacer una reverencia, formal, estudiada y calmada, profunda para incorporarme y mirar las reacciones y escuchar los posibles comentarios. Cada paso era una dura prueba que habría de superarse.

Iba a responder algo cuando dos nuevos samurai se acercaron para presentar sus respetos. Ante sus loables palabras asentí conforme.

-Hajimemashite, samurai-sama. Siempre es un orgullo conocer a nuevos personajes del honorable clan del León. - contesté, esperando la reacción de la joven bailarina Grulla y su noble acompañante Escorpión.

La joven bailarina se cuidó de mostrar ningún tipo de reacción ante la ofensiva León para llegar hasta la Princesa, así que con un recatado gesto, miró a su acompañante y sonrió.

- Dejemos que la Princesa y su séquito atiendan a estos samurai, Ginta-sama. Si nos disculpáis, Otomo Hijikohime-sama, no desearíamos importunaros más tiempo del necesario. Seppun Gôchô-sama, Anou Toji-sama... - realizó una profunda reverencia, llena de elegancia y libre de florituras excesivas, y se giró hacia el Bayushi para continuar con su paseo.

Se alejaban ya Kakita Arimi y Bayushi Ginta cuando una figura llegó al jardín desde uno de los pasillos del Kyuden. Iba vestida con un quimono de buena factura, elegante y de aspecto volátil, etéreo, aunque quizás era más la forma de llevarlo que el propio ropaje lo que le daba aquella apariencia; no mostraba mon alguno ni podía ser asociado a ningún Clan o familia. Para acabar de darle un aire más anódino aún, el personaje llevaba una sencilla máscara de porcelana blanca sin adorno alguno.

La figura se cruzaría con la pareja formada por Arimi y Ginta casi inevitablemente; de ellos, la primera pudo reconocer al instante a Isawa Koushi como el samurái tras la máscara, para ella fácil el hacerlo dado lo que lo conocía.
Justo antes de encontrarse con ellos, la mirada del Fénix fue hacia la Princesa y su reducido séquito, así como a los León que la acompañaban en aquel momento.
Después, frente a la Kakita, la miró a los ojos durante un segundo, lo suficiente para que ella pudiese adivinar por qué llevaba una máscara: se podía ver el cansancio en los ojos de él, con bolsas bajo ellos y seguramente tendría el rostro pálido.

- Konnichiwa, Kakita Arimi-sama. Bayushi-sama; soy Isawa Koushi, de la Línea de Tomoe y sacerdote Fénix. Acompañó sus palabras con una educada reverencia, formal y pulcra. Hoy la Dama Sol quiso que una de sus hijas predilectas pasee bajo su sagrada presencia y los demás nos congralutamos de ello.

Se refería, claro, a la Otomo.

Escuché con agrado la formula de respuesta de la Princesa, esperé la respuesta y reacción de la Grulla, evitando el encuentro, huyendo, a mi parecer, sonreí para mis adentros. Su seguridad en sí mismos les perdería.

-"Hajimemashite. El orgullo es nuestro, siempre a su disposición para lo que guste su alteza imperial"

Hice una reverencia formal, educada, para despedir a la Grulla y el samurai escorpión que no conocía, luego me erguí en toda mi altura, sonriente, feliz, pletórica. Miré a los acompañantes de la Princesa, esperando también a las palabras de mi compañero.

-"Si hay algo en lo que sienta curiosidad, dôzo, saciadla como es debido, me sentiría muy honrada"

Arimi se detuvo al ver llegar a Koushi. Sin duda, bajo tanto acicalamiento se ocultaban las huellas de la tarea que los últimos días de la corte había ocupado cada segundo de su tiempo. Sin embargo, la joven bailarina se esforzó por mantener la compostura y no mostrar una atención especial al shugenja.

Respondió a su reverencia con otra, menos profunda que la que había dedicado a la princesa, pero no carente de gusto y elegancia.

Ataviado con un kimono bastante... interesnate, con los colores naranja, azul y rosa, en una misteriosa e hipnótica- es decir, fea- combinación, Kagemamushi se unió a la gente que paseaba despacio y con discreción, quedándose en segundo plano.

En esta ocasión portaba una máscara de diseño delicado de encajes de bolillos y colores verdosos que le había hecho su madre muchos años atrás y no portaba su pipa, sino un abanico con el kanji "pera" escrito en él.

Se limitó a caminar con ausencia y disimulo en la ótbita más alejada a la princesa y al resto de visitantes.