Imperio Esmeralda

Ya fuera por la razón que fuera, el esfuerzo de Aoshi comenzó a surtir efecto...

Me paré, agotada como si hubiera corrido desde Kyuden Miya hasta aquel lugar. Al parecer no era la única en persecución de aquel ratero: una monja con tatuajes había intentado. Hice una reverencia a modo de saludo, e intenté decir algo... pero me faltaba aire.

Observé mientras mi pecho subía y bajaba velozmente, acompasandolo con dificultad decreciente, cerrando los ojos alguna vez que otra. La joven Miya intentó hablar devolviendo mi saludo de antes. Sonreí indicandole con las manos que no había prisa, yo misma tenía que recuperar aire aún.

-"Togashi Reika, Miya-sama"

Sonreí, haciendole algunos gestos para que recuperase el aliento, mostrandole cómo hacerlo.

-"Igualmente Anou Tôji-sama, grande es la recompensa para quien se arriesga, pero ¿merece la pena el riesgo?"

La presa cada vez estaba más cerca, no podía cejar ahora en su empeño pese a que los pulmones le escocían del esfuerzo y las piertnas parecían gritarle que se detuviese.

El ladronzuelo vio que las cosas estaban turbias para sus intereses, de modo que dejó caer el producto de su hurto al suelo, obligando a Aoshi a frenar so pena de pisotear lo que quiera que contenía aquel paquete.

La carrera de Aoshi fue deteniéndose hasta pararse junto al bulto. Era inútil seguir persiguiendo a aquel indivíduo. Se paró unos segundos para recuperar el aliento y luego se agachó para agarrar el bulto iniciando el camino de retorno, pensando en si sabría orientarse. Aún con la espada en la mano no pudo menos que mirar el bulto para saber cuál era el motivo del robo.

Cuando Aoshi abrió el paquete, en su interior pudo ver tres muñecos de madera: títeres. El trabajo era delicado, y el material mostraba una gran calidad.