Imperio Esmeralda

Yuki se sentía cansada. Las emociones de los últimos días, además de la Prueba de la Lanza durante la tarde, habían fatigado su cuerpo y su mente. Le hubiera gustado darse un segundo baño de agua caliente, pero la zona donde hacerlo estaba siendo aún ultimada por los heimin de palacio.

Entonces, decidió buscar algún lugar donde poder estar en silencio y tranquila... Y recordó la Capilla de Benten cercana al Kyuden. Así pues, sigilosa y discretamente, se encaminó hasta allí.

Yuki nunca había sido muy piadosa: de las Fortunas y los Kami sólo se acordaba cuando imprecaba durante los entrenamientos o el combate. Y sin embargo, allí estaba: de pie, en el hermoso recinto frente a los elementos votivos.

Se sentó frente a ellos en posición de seiza y se sumió en una actitud meditabunda... Que pronto quedó desmentida cuando un suave ronquido, como el de un niño, se dejó oír.

Aoshi buscaba al sacerdote que se ocupase de la capilla de manera habitual para pedirle incienso. O en su lugar algún críado. O alguien que tuviese incienso. O galletas de arroz a la sazón si no había incienso.

Así que, sin escuchar el canto de los ruiseñores porque a esas horas ya dormían, Aoshi deambulaba con aspecto algo desaliñado por el santuario del castillo dedicado a Bentem. Un sonido que no esperaba atrajo su atención y sus ojos se posaron sobre la figura de Yuki, que parecía haberse sumida en una no buscada siesta en medio de la capilla. Aquello podría ser algo indecoroso, aunque tampoco nada importante, por supuesto.

Sigiloso como buen cazador se sentó cerca de ella, a una distancia prudente y carraspeó con intención de despertarla.

La mano diestra de Yuki se deslizó a su costado izquierdo, donde debiera tener la katana. No la halló, pero en cualquier caso adoptó una posición de combate, a medio camino entre la defensa y el ataque, en dirección a su supuesto contrincante.

Parpadeó un par de veces, aún soñolienta, hasta que su mente reunió suficientes elementos para hacerle comprender dónde se encontraba.

Ah, ¡Aoshi san! Esto... ¡vaya! Meditaba... Er, profundamente y me habéis sorprendido...

Aoshi se limitó a mostrar sus vacías manos como gesto de calma y a sonreír con afecto a Yuki.

- Vaya... soy torpe como un buey en una tienda de porcelanas. Espero no haberos apartado demasiado de la Iluminación Tras lo cual, dobló la espalda con correcta y deferente reverencia a la joven samurai. Los marciales gestos en ella era imperantes incluso cuando no vestía armadura.

Un rato de relajación en el templo me ayudarían a despejar mi mente y aclarar mis ideas.

Al entrar el olor a incienso característico me inundó y no pude evitar sentir relajación en ese preciso instante. Una relajación que hacía tiempo no había sentido..

De pronto escuché voces en el interior, no es el mejor sitio para conversar pero quizá fuera interesante. Al llegar descubro a Aoshi, un viejo conocido y con quién tuve el placer de almorzar antes de todo esta cantidad de eventos... si, una relajada conversación con el joven Zorro me distraería y sería divertido.

Uhm... ¿Quién es la samuraiko que se encontraba con él?

- Buenas tardes - Digo con tono serio, tranquilo. Y una pequeña reverencia a modo de saludo precede mi presentación

- Es un placer volver a veros Aoshi-san. saludo al joven mirándole y acto seguido me giro hacia su acompañante - Mi nombre es Shiba Inoe, esposa de Shiba Eisei heredero de Kyuden Ippoyakku - Y otra leve reverencia adorna el momento.

La cordial mirada de Aoshi se transforó en otra de mayor respeto y seriedad al ver entrar a otra persona y al reconcoer en ella a Shiba Inoe, cuyo rango ahora era muy superior al suyo por su matrimonio y futura herencia. Sin esperar, se inclinó hasta casi tocar el suelo con la frente ante la digna recién llegada.

- Es un gran honor, Shiba Inoe-sama- él no había podido asistir a tan digno enlace pero conocía como todos de su celebración, por supuesto.- Esta es mi señora Bayushi Yuki-sama. La voz de Aoshi era medida y correcta, a la vez que calmada y cordial.

Todavía no me había acostumbrado a tales señales de respeto, prácticamente me costó no agacharme a decirle a Aoshi que no era necesario ese despliegue, pero recordé a la otra samuraiko y me giré hacia ella.

- Es un placer Bayushi Yuki-sama - E hice una pequeña reverencia sin agachar mi mirada. No es que desconfiara de ella, ni mucho menos, pero no acostumbraba a retirar la mirada habitualmente.

De pronto recordé a Aoshi...

- Por favor Aoshi-san, levantaos. Espero no haber interrumpido nada, si así fuera ruego mis disculpas.

Sonriendo, Sakura salió del interior del templo a saludar a los piadosos samurai que se abarrotaban en la capilla.

-Ves, Nozomi. Se acerca la primavera, por eso tanto hombres como mujeres se acercan a pedir las Bendiciones; pues es en esta época donde la Voz de Nuestra Señora es más fuerte y los amores corteses se desatan. - explicó a su joven alumna. No obstante, obvió comentar lo que a menudo sucedía a finales de año: exactamente nueve meses después.

Bienvenidos a la casa de Benten no Kami, samurai-sama. ^^

Yuki correspondió a la sonrisa de Aoshi y, a continuación, comenzó a rascarse la parte posterior de la cabeza mientras se sonrojaba ligeramente:

A decir verdad Aoshi san, me había quedado dormida para mi vergüenza. Así que agradezco, en primer lugar, a las Fortunas que fueráis vos y no un samurai más severo quien me encontrase en semejante estado. Y en segundo, que tuviérais la amabilidad de despertarme... ¡Con tanta discreción, además!

Rio de forma abierta, aunque sin alzar la voz.

En verdad me alegro de veros.

Iba a inquirirle sobre cómo se sentía en los últimos días, cuando una samurai hizo su aparición en la capilla. Tras oír su nombre y posición, se inclinó con profundidad, casi tanto como Aoshi, en una señal de respeto hacia su rango.

Representa un gran honor para mí conocer a dama tan distinguida, Inoe sama

dijo educadamente, satisfecha consigo misma por recordar las fórmulas de cortesía.

Cuando la sacerdotisa de Benten ingresó en la Capilla para darles la bienvenida, Yuki dirigió una sonrisa un punto pícara a sus palabras (aunque Sakura san había callado las conclusiones lógicas de sus aseveraciones, resultaban obvias para la Bayushi).

Dômo arigatô, sacerdotisa san

Ante la cortesía y generosidad reflejadas por Inoe, Aoshi se incorporó.

- Domo Arigatô. Shiba Inoe sama. Y en absoluto interrumpís nada, mi señora, vuestra presencia es para nosotros un placer.- Dirigió a Yuki una sonrisa familiar y afectuosa en agradecimiento por sus corteses palabras. Siempre se sentía a gusto con aquella samurai tan voluntariosa y alegre a la que miraba como a una hermana. Luego, al llegar la sacerdotisa, le dirigió una pía reverencia.

- Domo arigatô, sacerdotisa-san. Y esperó las presentaciones previas de sus mayores.