Lo que apareció no era precisamente nada esperado, al menos después. Un heimin salió corriendo del seto, como si algo le persiguese, y en efecto, así era. Ante el comentario de Kahei, gruñí y me lancé en pos de la carrera del otro, para interrogarle sin duda.

-"No hagas locuras..., volveré"

Mi objetivo el heimin, derribarle, dejarle inconsciente, ya habría momento luego para remilgos y unirme a Kahei en el combate.

Las tres lenguas flamígeras salieron disparadas: una de ellas fue hacia la pierna de Iwame, cuando ésta se giraba en post del heimin, otra hizo lo propio sobre Kahei y la tercera parecía que restallaría como un látigo en el pecho del bushi Escorpión.

Calaveras explosivas, lenguas flamigeras... ¡Joder! ¿En que Dojo enseñan toda esta mierda?
En ese momento cayó en la cuenta. Cuando las cosas van realmente mal siempre suelen empeorar. Miró su mano diestra y observó la magnifica empuñadura de seda negra de su katana. Si, la katana familiar; un buen acero Bayushi en el que podías confiar, pero de alguna manera hubiera deseado empuñar el wakizashi.
Demasiado tarde; su mano había tomado ya una decisión y ahora le tocaba jugar la partida con aquellas cartas.
¡Genial!
Venga, sonríe, dime que te da igual, que también te gusta el acero...

La katana de Kahei cortó el cuerpo de la abominable criatura, rasgando una piel que parecías más dura de lo que resultó. Una apestosa sangre, densa como la melaza, cubrió el acero.



-No me has hecho nada, samurai. Ahora, ¡moriréis!

Una de las lenguas atrapó la pierna de la León, que se derrumbó inconsciente. La segunda de ellas intentó coger al Escorpión, que pudo eludirla pero la tercera golpeó en su torso.

-Ella ya es mía. Pondré mis huevos en ella y nacerán cientos, miles como yo. MIAHAHAHAHA!

Mientras me giraba, una de las lenguas me atrapó, una descarga de dolor me recorrió, sobrepasando mis sentidos, viendo como Kahei golpeaba al Oni, sangrando este, la negrura me reclamó, sintiendo por último caer.

El escorpión lanzó un grito a Iwame justo antes de caer, pero el sonido murió con una terrible punzada de dolor en el torso.
El bushi apretó con fuerza la mandíbula y se rehizo como pudo, tanteando desesperadamente con su mano izquierda en busca del wakizashi mientras sacaba a la Akodo del angulo de visión de la criatura.
Aquella sangre viscosa le decía que el cristal no era necesario, que aquél ser no era una sombra, pero el escorpión no estaba seguro.
Que podía saber... solo era un bushi combatiendo contra lo desconocido, con una samuraiko cerca que necesitaba ayuda.
Desenvainaría el cristal solo si el siguiente golpe de katana no causaba grandes daños. Miró a los ojos de aquel tipo y espero el momento.

Vamos, vamos...

Y el acero brilló funesto en dirección a la boca de su enemigo.

La katana volvió a golpear a la horrenda criatura, cercenando la lengua que intentaba atrapar a Kahei de un tajo. Se agitó en el suelo, como una serpiente con convulsiones y a continuación quedó como muerta. La que arrastraba a Iwame la soltó para concentrarse en el Escorpión, mientras que la última de ellas golpeó de refilón a su oponente.

Cuando la lengua cayó en el suelo Kahei enseñó los dientes, apretados en una sonrisa tan diábolica que casi parecía formar parte de la porcelana de su máscara.
Ahora sabía que el cristal no era necesario y que aquél ser tenía menos ganas de lanzar amenazas. Su mano izquierda viajó hasta la empuñadura de la katana para situarse debajo de la mano derecha y lanzar una potente estocada, de nuevo buscando la cabeza.

El ataque de Kahei no fue tan preciso como el anterior, y el ser no sufrió ningún daño. Una de las lenguas estuvo a punto de apresar al Escorpión, mientras que la segunda de ellas le impactó defectuosamente.

El acero se quedó a unos dedos de su blanco y el escorpión se vió obligado a recular ante el contraataque de aquellas lenguas. El bushi comenzó a jadear por el esfuerzo y la adrenalina.
Sabía que Iwame no se encontraba bien y aquello le llevaba a cometer errores como el de la ultima estocada. Tenía que dejar de pensar y también tenía que dejar de ahorrar fuerzas para mas adelante.
Lo ultimo que le sobraba era tiempo, así que esta vez pondría todas las cartas sobre la mesa.

- Venga, dime algo bonito...
Y la criatura escuchó una carcajada, justo antes de comprender que solo era el trueno anunciando un relampago de acero.