Arimi se encogió de hombros restándole importancia a una conversación que se estaba poniendo demasiado trascendental.

- Y decidme, ¿quién es vuestra delicada flor? Si tan tímida es, quizá pudierais ayudarla presentándola a otras jóvenes como ella.

Arimi frunció el ceño pensativa.

- Mi próxima representación es mañana mismo, pero me temo que no tengo potestad sobre las invitaciones cursadas a ella. Espero poder volver a actuar en la corte no tardando demasiado, así que os tendré en cuenta.

Arimi sonrió halagada por primera vez en la cita.

- Tomaré buena nota de vuestro consejo, Shun-sama, porque me parece lo más sabio que me han dicho en el día de hoy. ¿Sabéis? Mi madre pertenecía a la casa Bayushi, como vos, y a menudo solía darme consejos como el vuestro. Aunque era un poco menos... sutil - terminó con una sonrisa casi de disculpa.

La menuda espalda de la bailarina se estremeció por un momento bajo la seda de su kimono. Sus ojos grises carecían del brillo que los iluminaba habitualmente, e internamente se arrepentía de haber mencionado ese tema. Los recuerdos se arremolinaron en su mente.

Nadie conoce a sus hijos como una madre...

Yui-sama ha traído esos pasteles...

Se aclaró la voz antes de volver a hablar, con el rostro turbado y la emoción a flor de piel.

- Los padres juegan con ventaja, me temo. Ellos conocen hasta la más recóndita de tus debilidades, pues te han criado y te han dado la vida. Tú no puedes más que confiar en que buscarán lo mejor para ti... ¿No tenéis frío, Shun-sama? - preguntó llevándose las manos a los brazos.

Sí, ellos tienen la experiencia de haber sido hijos antes de ser padres. ¿El frío os hace palidecer? me quité la capa y la di la vuelta antes de echarla sobre sus hombros, para que el mon de mi clan quedara por dentro.

- Es... es posible. Me temo que tendré que retirarme a mis aposentos para descansar un poco, Shun-sama. Espero que no me tengáis esto en cuenta y podamos disfrutar de nuestra mutua compañía en otra ocasión.