Imperio Esmeralda

Koushi agarró a Ikemi con fuerza del brazo y tiró de ella para él, apoyándose en la pared sujetando a la Escorpión para que hiciera lo mismo.

- Nos esperan. Susurró. Si sois shugenja decidme si podéis hacer algo que nos ayude, si no, lo haremos a mi manera que será un tanto desesperada.

Había urgencia en su voz, algo normal dadas las circunstancias. Quizás si tuviera la certeza de que Ikemi no era una dama indefensa - en una situación como aquella, se entendía - podría estar más centrado; pero por lo que sabía, dependían de lo poco que él podía preparar.

Indudablemente aquella no era una situación para nada sensual, pero un escalofrío recorrió la espalda de Ikemi al sentir la presión del cuerpo del tensai sobre su pecho contra la pared.

Con una mirada entrecerrada, la Escorpión mostró las agujas que tenía finamente agarradas bajo sus muñecas. No lo soy, pero confio en sus habilidades.

Koushi asintió y mirío hacia atrás. Unos susurros casi inaudibles salieron de su boca y ante él - sin pergamino de por medio (ni siquiera parecía que los llevara) - apareció lo que parecía ser una especie de espíritu que se asemejaba a un samurái pero en miniatura y cuyo cuerpo lo conformaban las hojas, nieve y polvo que había en el suelo del jardín. Unas nuevas palabras ininteligibles para Ikemi hicieron que el espíritu se volviera invisible y después el Isawa se volvió para la Yogo nuevamente.

- Preparaos. Iré más allá del decoro pero sé que comprendéis por qué lo hago.

Era un susurro, sus rostros casi pegados y el broche final lo puso el Fénix rodeando a la Escorpión por su cintura. Casi parecía que todo aquello era una escena preparada para crear aquella situación tan íntima.

Las corrientes de aire comenzaron a elevar a la pareja, mientras algo caminaba por el jardín chocándose y arrojando cosas de un lugar a otro. Por la puerta por la que habían salido Koushi e Ikemi aparecieron dos individuos malencarados, con armas en sus manos, que se lanzaron a la zona.

-¡¿Pero qué demonios es esto?! - gritó una voz encolerizada al encontrarse con lo que fuera que fuese.

-¡Por allí, por allí! ¡Rápido! - anunció en un chillido nervioso el secuaz que estaba esperando fuera..

A pesar de la ligereza de Ikemi, el peso comenzaba a ser insoportable, ralentizando el vuelo de Koushi. En un momento dado, y aprovechando que pasaban cerca de un tejado bajo, el tensai la dejó sin dejar de volar, para que los tres perseguidores siguieran tras sus pasos. En un par de ocasiones se paró, esperando despistarlos, pero no fue hasta la tercera y un juego del gato y el ratón que llevo cerca de una media hora cuando los consiguió perder definitivamente.