Imperio Esmeralda

Ví como enseguida entró y se fue a ocupar de la sacerdotisa, asentí a sus palabras y me retiré en silencio a esperar, mientras me puse a rezar unas plegarias.

Nozomi se acercó a una pálida Sakura para que ésta la susurrase unas horrible palabras. La joven acólita puso cara de asco.

Nozomi suspiró y fue en dirección a la León que esperaba fuera. Luego la susurró las terribles palabras, antes de marcharse de nuevo al templo.

Ví cómo la ayudante de la sacerdotisa venía hasta dónde me hallaba. Me incliné para escuchar el susurro de la profecía que había visto la sacerdotisa, mi cuerpo entero se estremeció ante lo que escuché. Cerrando los ojos asentí.

-"Arigatô..."

Susurré y me quedé mirando el suelo, así durante unos momentos, luego recé a la Fortuna por su gratitud al mostrarme parte de mi futuro. Alcé también una plegaria por la sacerdotisa. Aquellas palabras se habían grabado a fuego. Un nuevo suspiro se escapó de mis labios, mi piel estaba ligeramente pálida.

Cerré los ojos, tranquilizando mi respiración y asimilando la noticia, luego los abrí lentamente, recuperando la calma en mi cuerpo, mi mente seguía dándole vueltas a aquellas enigmáticas palabras. Hice una reverencia y me marché de la Capilla de vuelta al Kyuden.

Nozomi miró un momento hacia el cielo, pensando en dónde estaría su maestro Qein en aquel preciso instante. Le echaba de menos: a veces su sabiduría era misteriosa, pero su talante amable y su trato con los heimin menos favorecidos era para ella su soplo de aire fresco. "Aquellos que quieren enredar a los ignorantes con complejidades, pecan de orgullo", le había dicho.

Sus lecciones no serían en vano...