-Hai. Ellos antes eran humanos, como vos mismo. Ahora no son más que grises espectros esperando el juicio del eterno Enma-O. Explicó -Sus formas están un tanto desenfocadas, pero todavía pueden distinguirse bien... Si no me equivoco, estos espíritus corresponden a almas de reciente fallecimiento. Los recuerdos sobre sus vidas deberían seguir frescos. Matizó.-¿Queréis acercaros?

Por un momento Koushi dudó; no es que tuviera realmente miedo de hablar con espíritus de los muertos - lo hizo días atrás - pero sentía cierto desasosiego al hacerlo allí, en su Reino. Aún así, asintió.

- Sería útil para mis investigaciones, sí, aunque no quisiera importunarlos más de lo estrictamente necesario.

-No vais a importunarlos. Su tránsito aquí es algo que olvidarán después del juicio. Explicó mientras se acercaba y observaba la larga cola. -Sólo los medium y los shugenja -estos mediante un agotador esfuerzo- pueden interactuar con los espíritus. ¿Queréis intentarlo vos mismo o preferís usar mis capacidades?

- Si no os importa, quisiera veros a vos hacerlo y después actuaría yo; así tendría una guía.

Hatsu asintió, aceptando la petición de Koushi.

-Seguidme, dozo. Dijo en un tono profesional.

Más cerca de la espiritual cola, el tensai podría comprobar lo que el Halcón había explicado. A medida que se acercaban, los rasgos de los espectros cobrarían mayor definición, dando, incluso, la oportunidad de encontrar rostros conocidos; pues el alma, por algo ignoto, conservaba a menudo el mismo aspecto que al fenecer.

-¿Con quién deseáis comunicaros, Koushi-sama? Le preguntó, señalando a los ya muy cercanos espíritus.

Los espíritus mostraron poco o ningún interés en el trío de vivos que se habían aventurado en el Meido. La mayoría de los muertos era de las castas inferiores, en su mayor parte ancianos y recién nacidos, mientras que de vez en cuando aparecía algún ji-samurai (a tenor de su aspecto).

Por el silencio de Koushi, Hatsuharu supuso que ninguno de los espíritus despertaba, en el Isawa, más interés que el resto de ellos.

-Gudidurora... - ordenó con voz clara. Tras acercarse, cogió la menuda mano de la niña y se acercó a uno de los espíritus, colocando su propia mano en la frente de la espectral figura. -Soy Toritaka Hatsuharu y os saludo en vuestra Espera, Espíritu Sin Nombre.

El yôrei pareció advertir el saludo e hizo una profunda inclinación con su distorsionada figura.

-Saludos, samurai-sama. Qué extraño... os veo como... brillante...

Al escuchar la lejana y cavernosa voz del espectro, donde otros se hubieran amilanado, Hatsuharu pudo relajarse. Todo había ido bien.

-El brillo de la virtud, sin duda... Pero, dôzo, decídme vuestro nombre. El Halcón lanzó una mirada tranquilizadora al Fénix. No había nada que temer. En principio...