Imperio Esmeralda

Kakita Saori y Kakita Soranoko

Tras la conversación que había mantenido con Arimi, me sentía indignada. Los malos modos de Iwakura me habían soliviantado, y más aún que usara a una secuaz para minar la autoridad que el cortesano la había dado. Por las palabras emitidas entendí que había juego sucio. Por eso no había tardado nada en llegar a mis aposentos al otro lado del pasillo y escrito una misiva a Kakita Saori, para encontrarnos en la capilla de Daikoku y discutir del tema. Andaba de una pared a otra, inquieta...

Saori había acudido un poco antes de la hora acordada para la cita con su compañera de clan.
Tras encender un poco de incienso y realizar una oración ante la figura de Daikoku, la Kakita escuchó los pasos de Soranoko acercándose.

-Buenas tardes, Soranoko-san. - la saludó mientras se levantaba.

-Konichi-wa, Kakita Saori-sama. Siento haberos citado con tanta premura, pero ha sucedido algo, algo que me ha indignado. En otras circunstancias no actuaría de esta manera, y es que sean excepcionales es lo que me ha hecho acudir a vos -afirmé, con mi respiración todavía agitada.

Saori la miró sorprendida.

-¿Qué es aquello que tanto os preocupa, Soranoko-san? No puede ser tan grave; contadme.

Tomé aire.

-Esta mañana he hablado con Kakita Arimi-sama. Me ha estado diciendo que Doji Iwakura-sama la había encargado que buscara a samurais ajenos al clan para investigar zonas que estuvieran corruptas. Cuando la he preguntado si vos, como magistrada y encargada de la búsqueda, teníais conocimiento de las personas a las que ya había elegido, ha contestado con evasivas y remitiéndome a que, en caso de algún problema, hablara con él.

Saori asintió, meditabunda.

-Entonces, Doji Iwakura-sama, ¿verdad...? - musitó, taciturna. -¿Os dijo Kakita Arimi-san si había contactado con otros samurai ajenos al clan?

-¿Un Halcón? No le conozco. ¿Qué sabemos de él? - preguntó la duelista un tanto preocupada.

-¿Y de los otros dos samurai? ¿Sabemos algo? - siguió preguntando.