El intento de la presa de la criatura falló y el golpe de nuevo fue muy defectuoso, lo que aprovechó Kahei para atacar de una manera efectiva, abriendo un enorme tajo del que caía una densa sangre con aspecto pegajoso y la densidad de la mermelada.

El golpe fué casi perfecto, pero la criatura parecía tener tres lenguas y otras tantas vidas... De nuevo retrocedió tras el ataque para tomar aliento.
El pecho del bushi parecía a punto de estallar.
Eres duro, ¿eh?- dijo sin esperar respuesta, mientras se limpiaba la sangre que había salpicado en el rostro con el dorso de la mano.
Arrojó la mascara Oni al suelo y volvió a medir la distancia de combate.
Flexionó las rodillas y lanzó todo el peso de su cuerpo hacia delante en un impulso tan brutal como arriesgado, extendiendo una mano afilada hacia aquella abominación.
Estaba claro que ahora había dejado de pensar, pero tal vez esa no era una buena noticia...

El golpe de Kahei cercenó al ya herido monstruo en un ataque que hubiera resultado suicida en caso de que hubiera podido responder, pero cayó a peso mientras pataleaba y el Escorpión se desembarazaba de aquella maldita y pegajosa sangre.

-Vaya, Kahei... veo que has mejorado desde que nos encontramos en la capilla, ¿verdad? - dijo la criatura - pensé que sucumbirías a esta pequeña creación de mis amigos. Ya queda poco para el ritual que están preparando, muy poco. Además nos libraremos de ella, ahora que se ha enterado por el Norte de verdades incómodas para nosotros. Sólo te queda rezar, Kahei, sólo...

El Escorpión se dio cuenta de que el ser que hablaba trataba de retrasarle. Tal vez para explotar, o tal vez para... entonces Kahei se dio cuenta de que la lengua seccionada mientras sujetaba a Iwame había ido reptando, hasta alcanzar a la samuraiko León. Y ahora trepaba por su rodilla...

El combate había terminado y nunca se había sentido peor. Ni siquiera cuando Rayoku tuvo la deferencia de joderle el kimono...
Abrió los ojos y arrugó la nariz frente al pecho sanguinolento de la criatura, que aún estaba caliente.
Alli estaba, victima de su propio y estúpido impulso suicida, tumbado boca abajo sobre un Oni agonizante que hedía como un rebaño de cabras en descomposición y que empezaba a recordarle antes de irse al Jigoku, lo malo que era con la katana...
Su pequeño momento de gloria.
Kahei lanzó un gruñido sordo, como el de un animal herido cuando trató de extraer su mano y su arma del pecho de la criatura, mientras esta seguía balbuceando no se qué de rezar...
Negó con la cabeza, levemente, con gesto cansado. Aquello era el colmo.
Lo mando al Jigoku y se para en las puertas, a vacilarme...
Entonces levantó la vista de aquella sangre espesa y maloliente, miró la lengua que aun reptaba y lo comprendió todo. La voz del Oni se frenó en su cabeza hasta convertirse en un balbuceo lento, incomprensible. La adrenalina ralentizó todo cuanto le rodeaba y su viejo instinto de bushi hizo el resto.

Un golpe y la lengua se reunió con el resto del desgraciado ser en el Jigoku. Al parecer Iwame estaba ilesa, pero roncaba de una manera capaz de despertar a todos los kami de cien metros a la redonda. Sin duda se trataba de algún tipo de efecto mágico.

Iwame parecía encontrarse incluso mejor que antes del combate, asi que ya no había prisa.
Kahei soltó todo el aire que contenían sus pulmones y se detuvo un momento a recuperar el aliento, en cuclillas junto a la León, apoyado sobre su katana.
Lanzó una larga mirada en la dirección que había tomado el heimin y trató de recordar su estatura, sus ropas y cualquier otro rasgo que pudiese serle util mas tarde. Alguien tenía que pagar por aquél kimono rebozado de sangre Oni y acababa de decidir que aquél tipo era un buen candidato.
Entonces limpió su arma y recogió su máscara del suelo para cubrir de nuevo su rostro antes de despertar a la Akodo.

Los intentos de despertar a Iwame resultaron infructuosos, lo cual en parte era comprensible debido a la naturaleza mágica de su sueño. Y dar un par de guantazos no era precisamente la mejor de las ideas, por no hablar de que las heridas empezaban a molestar y llevarla encima era una tarea titánica. Como si alguna plegaria hubiera sido escuchada, unos jinetes con armadura anaranjada se acercaron para ver lo que sucedía. Sus rostros mostraban la desconfianza hacia el Escorpión, con una mujer tendida en el suelo... hasta que la desconfianza se trocó en desconcierto al escuchar los sonoros ronquidos de la León. Uno de ellos carraspeó para aclararse la garganta.

-Saludos, Escorpión-sama. ¿Podemos serle de alguna ayuda?

Kahei levantó la vista hacia los jinetes, con sus poderosos hombros aún agitandose al frenético ritmo de su respiración.

- Hai. Sois del Kyuden, supongo... LLevadla a dependencias León.- dijo con la voz aún ronca por el esfuerzo del combate y con cierta desconfianza brillando en sus ojos.
El escorpión se desembarazó de la seda que le cubría de cintura para arriba y la dejó colgar del obi, ocultando asi la mayor parte de la sangre que el combate había dejado en su kimono.
De esta forma atravesó las murallas en dirección a los baños de las dependencias escorpión. Hablaría con Jotaro y mas tarde emprendería la busqueda del heimin, de nuevo en las afueras.

Los Shiba cargaron a una plácidamente dormida Iwame sobre su montura má robusta y pusieron dirección hacia el palacio. Kahei se dio cuenta de que aquellos samurai no pertenecían a la guardia de Kyuden Ippôyakku, sino que detalles como sus insignias, sus modales, y otros sólo visibles al ojo entrenado indicaban que formaban parte de una unidad militar, con base cercana.

Vaya, vaya, que tenemos aqui... ¿maniobras Fenix o algo aún mas divertido?
La desconfianza se hizo mas patente tras la mascara del bushi. Intentó indagar un poco, mientras los jinetes cargaban con Iwame. Lo ultimo que deseaba era dejar a la Leon en las manos equivocadas.

- Mi nombre es Bayushi Kahei, bushi de la delegación escorpión de la corte. Y vosotros sois...