En el interior del carro parecía no haber sino un amplio abanico de mercancías, de todo tipo y jaez: desde unas telas de algodón para ropa de poca calidad hasta confituras dulces propias de al menos un noble mediano. Las sandalias de diversas calidades se amontonaban unas con otras, como si no tuvieran nada que ver. Una caja abierta con botellas de cerámica de sochu de una calidad ínfima, y tras ésta, casi como escondida, una caja de metal y con cerradura.

Echó un vistazo somero a las mercancías que transportaba el carro, agarró una de las garrafas de shochu y la destapó, olfateándola, para echar después un trago. Con curiosidad, siguió revolviendo con la mirada lo que allí había, hasta ver esa caja oscura.

Extendió la mano para cogerla, y en su mano el metal resultó frío y desagradable. Se giró hacia el Dragón, enseñándosela con un gesto, y después miró al ronin.

Apuntó el tetsubo hacia el pecho del herido y esbozó una sonrisa torcida.

- Ahora vas a decirme para quién íbais a robar este carro, o te aseguro que vivirás lo suficiente como para desear morir.

Kuroda observo la caja que le mostraba Saya, el temple que conservaba hasta el momento tranquilo se turbo.

"Odio que me mientan, bandido. Contesta y ruega que creamos tu respuesta. Ademas dinos, que sabes de lo que hay en esa caja."

El Dragón trato de adivinar cuanto pesaba lo que pudiera haber ahi, y quien transportaria de esa manera algo que pudiera ser importante.

-¿El carro? - el bandido os miró confuso - no nos interesaba robar el carro. Si a un mercader le quitas sus mercancías puede mandar más, pero si le robas el carro, no puede seguir enviando cosas. Además es problemático de llevar por bosques, y el buey que tira de él es demasiado lento. Esa caja tendrá... el dinero, ¿no? Si yo fuera el patrón no dejaría que los guardas heimin lo llevaran encima.

Saya arqueó una ceja con un gesto.

- ¿Habéis robado esto por iniciativa propia? Contesta.

-Claro, samurai-sama. Esto es un mísero carro. ¿Quién nos iba a encargar robarlo? Además sólo somos - mira a los cadáveres - sólo éramos tres. Una caravana más grande iría demasiado protegida para nosotros.

"Tal parece que es honesto Hiruma-sama, o al menos tiene bien practicada la costumbre de mentir, pero si conociera de antemano esa caja o su contenido lo hubieran tomado primero, no hubieran perdido el tiempo bajando sandalias"

Kuroda miro al bandido, su mirada transportaba la fuerza de su furia.

"Quien transportaba este carro? Solamente el heimin al que han atacado?"

El Dragón razono que de ser asi podrian llevar el carro con el bandido a la posada, regresarlo y seguir en su camino hacia las tierras Fénix

-No - y señala a un lado del camino, donde hay otros dos ashigaru muertos.

El Dragó se aseguro que Saya aun tuviera su tetsubo y vigilara al bandido de un vistazo, para despues regresar las cosas que habian sido removidas del carro a su lugar.

"Hiruma-sama, al parecer ya no tenemos nada que hacer aqui, llevemos esto de regreso a la posada, en cuanto encontremos a un magistrado sabra que hacer con todo esto, al menos que el heimin de la posada nos pueda dar mas informacion"

Y me prepare para manejar el carro de regreso

- Deja que lo entienda. Vosotros tres, tres ronin, habéis acabado con la vida de dos veteranos bien equipados y herido a un heimin que consiguió escapar De rodillas, escoria - aguardó a que el ronin la obedeciera para poder colocarse tras de él y dejarle sentir el tetsubo en la nuca -. Esta caravana quizá no fuera numerosa, pero sí era de cierta importancia. Dime todo lo que sepas, de dónde venía, a dónde iba, y cómo derrotásteis a esos dos ashigaru, o lo siguiente que verás serán tus sesos en el barro.

Su voz, grave y profunda, en cambio sonaba desagradablemente neutra, como la de alguien que trata con la muerte con tanta frecuencia que la amenaza de ésta se ha vuelto casi intangible.