Imperio Esmeralda

Kaoru dejó escapar una carcajada suave, llena de musicalidad.

- Os lo he preguntado porque yo no asistí a la primera sesión, Saori-sama. El Escorpión es el clan mejor representado en la corte, si únicamente se tratara de eso, no haría falta gesta alguna. Pero ignoro a qué otras pruebas se someterá a los participantes, y el grado de preparación de nuestros samurai en esos campos.

-Con el Escorpión hay pocas cosas que pueden darse por sentadas, ¿verdad, Kaoru-san? - por unos instantes, Saori, recuperó la sonrisa de antaño, cuando podía permitirse el lujo de bromear con su compañera sin que eso tuviera implicaciones que trascendieran más allá de la propia diversión.

Como si por un momento la situación se distendiera notablemente, la sonrisa compañera de la Kakita se posó también sobre los labios de la Escorpión, que echó a reirse con jovialidad.

- Lo único que puedes asegurar es que mucho de lo que crees saber no es como crees que es - dijo todavía riendo, como si darse cuenta de lo enigmático de su nuevo clan le hiciera gracia.

Saori asintió.

-Me alegra ver que os habéis integrado totalmente a la idiosincrasia de vuestro nuevo clan.

La duelista estiró de nuevo su cuerpo, zambulléndose totalmente.

-Necesitaba esto... - exclamó, satisfecha.

- Todavía me queda mucho por aprender... - reconoció con una leve sonrisa -. Esta reunión... sucederá como con las artistas. La Imperial quiere llevarse a Otosan Uchi a lo mejor de lo mejor de esta corte... Y yo no puedo competir contra Haru-no-Ken - musitó pensativa -. Podría contigo, Saori, pero no contra una espada legendaria - añadió con voz grave.

-Ya sabes que la fuerza está en el alma del portador, Kaoru-san... - sonrió la Kakita, repitiendo las palabras que acostumbraban a repetir en los dôjo Grulla. Saori no se sentía molesta por la arrogancia de la Escorpión, no por este tipo de arrogancia. Ambas habían sido consideradas entre las mejores duelistas de su generación, amigas, compañeras y rivales. Kakita Saori sabía que la fuerza de Bayushi Kaoru provenía de su espíritu incandescente, siempre deseoso de demostrar su superioridad.

Una media sonrisa se dibujó en los labios delgados de la duelista.

- Tu espada tiene un alma propia, Saori-sama, y con ella en tu mano, tu fuerza se ve incrementada por la de los siglos que han forjado el espíritu de esa arma. Si lo que busca Miya Shizuka-sama es una duelista para servir a las órdenes de la Princesa, me temo que la suerte está de tu parte. Pero eso no significa que me rinda antes de empezar - añadió con una sonrisa más amplia y cierta malicia -, simplemente tendré que encontrar una nueva manera de superarte.

Si cualquier otra persona insinuara que la verdadera fuerza de su arte provenía de la legendaria forja de su espada, el escenario se vería irremisiblemente arrastrado a un trágico destino en forma de duelo mortal; no obstante, por suerte, cualquier otra persona no era Bayushi Kaoru.

-Seguís estando demasiado segura de vuestras fuerzas, Kaoru-san. Creo que debo mostraros la verdad. - sonrió -Os propongo medir nuestras fuerzas con dos armas iguales. No me está permitido usar otra hoja distinta a mi propia katana, pero sí podemos cruzar dos boken. El día 43 al alba, en el dôjo. ¿Qué me decís? Las palabras de Saori no estaban cargadas de orgullo ni pasión, y así debía entenderlo Kaoru. Resultaban más bien una breve reminiscencia al pasado en Kyuden Kakita, donde semana sí, semana también, se retaban con orgullo juvenil, tratando de demostrar una superioridad que, en sus parejas capacidades, nunca quedó demostrada.

- La duda camina contra los dictados del bushidô, Saori-sama. No puedo respetaros si no me respeto a mí misma, así que no creo estar demasiado segura de mis fuerzas. Si lo estuviera, no entrenaría, ni practicaría, ni realizaría mis ejercicios diariamente. Y si lo estuviera, no aceptaría ese enfrentamiento que proponéis, pues estaría segura de que os derrotaría y no perdería el tiempo con pequeñeces. Tal caso - puntualizó - no es el que nos atañe. Estaré más que encantada de poder volver a medirme bokken en mano contra una duelista de vuestro renombre.

Siendo algo pasadas las ocho y con los brazos cansados por practicar sin descanso a cada momento, Yurika se adentró en la neblina, dejando sólo ver su figura. No la gustaba aquello por si había algún mirón como le había advertido Iwame. Una vez salió de la neblina, se despojó del kimono en una banqueta de madera situada en un rincón de los baños y dejó caer sobre ella un cubo de agua fría. Ni se inmutó. Luego empezó a darse jabón y entonces cayó en la cuenta de que había más gente.

- Konichiwa, Bayushi Kaoru-sama. Konichiwa, Kakita-san. Soy Kitsu Yurika.

Yurika no recordaba el nombre de la otra chica, pero sabía que era Kakita. Saoru, Kaori, o algo parecido.