Imperio Esmeralda

La respuesta era desconcertante, o hubiera sido desconcertante para otro, para mí supuso sonreir con alegría.

-"¿Títeres? Si eran de calidad eso ya explica un riesgo, pero ¿os importaría que presenciase vuestro ensayo?"

No era el objeto en sí, a menos que fuera más de lo que aparentaba y eso, era muy normal. La otra posibilidad era que algo estuviese en su interior oculto y la tercera, era una prueba de habilidades.

Me encojí de hombros ante la respuesta primera de Anou, luego alcé las cejas por la invitación, haciendo una reverencia primero, luego mirando en la dirección que se había perdido Aoshi para girar mi cabeza y mirar a la joven Miya.

-"Volverá, estad segura , Kitsune Aoshi-sama es bueno cazando. Sois demasiado amable, somos samurai, mantenemos la paz, dais más de lo que hemos hecho con nuestro gesto. De hecho, sólo he corrido"

Me encogí de hombros de nuevo, era cierto, apenas había hecho nada como para merecer algo.

Muñecos? No... peor. Títeres. Aoshi cerró el paquete con una mezcla de desagrado y pavor. Odiaba los títeres. No sabía por qué, pero sentía una mezcla de temor y odio hacia ellos. No sabía a qué se debía, pero siempre había sido así.

Fue regresando con paso cansado hacia donde se había separado de Reika mientras enfundaba la espada.

-Bueno, lo que importa es el gesto, ¿no? Si no estáis acostumbrada, tiene más mérito el haberlo intentado. ¿La paz? No entiendo la relación - ladeé la cabeza mientras sonreía y cerraba los ojos - sugoi, por ahí viene...

Considerando las distintas circunstancias, asentí sonriente a la joven Miya.

-"Hai!, eso si es cierto. Somos samurais, nuestro es el deber de los que están por debajo nuestra no sufran y esten seguros,así como nuestros iguales y superiores, para que cada cual desarrolle su tarea celestial sin impedimento"

Miré en la dirección y sonreí al reconocer al Kitsune volviendo.

-"Hai, es él, parece que trae algo en las manos"

Debía ser aquella muchacha la dueña de los títeres de marras. Aoshi se acercó mientras su respiración iba retomando la normalidad. Por suete casi no había sudado, en el seco aire de aquella mañana y no temió por resfriarse.

Sin embargo le sorprendió ver el mon Miya en las ropas de la extraña. Temeroso y tímido ante alguien de las familias más nobles del Imperio, bajó los ojos para evitar la mirada de la joven y se quedó un paso detrás de Reika. Hizo una profunda reverencia mientras extendía el bulto en silencio.

Reika y Aoshi acompañaron de vuelta al kyuden a la doncella de la princesa Hijikohime...