Isawa Koushi y Kakita Arimi

Amaterasu se ocultaba, fatigada tras el largo día, entre las nubes del horizonte, filtrando entre ellas unos rayos de tonalidades rosa y naranja que bañaban la ciudad con una luz de ensueño. Mientras paladeaba un sake tibio aceptable, la bailarina meditaba, sentada en un reservado de la posada, aguardando a su cita.

¿A qué vendría el repentino alejamiento del shugenja que había sido un buen compañero en el pasado? No le daría el placer de preguntarle o mostrarse interesada, pero desde luego confiaba en que algún día le confesara el por qué de su cambio de actitud.

Sumergida en sus pensamientos, los minutos transcurrían en espera del Isawa.

Ataviado con uno de sus mejores quimonos, Koushi fue al encuentro con la bailarina.
Aquella samurái-ko comenzaba a desconcertarle; ya le había hecho saber su deseo de no relacionarse públicamente con ella más allá de lo necesario y, sin embargo, nuevamente iba a verse. No sólo eso, esta vez sería en la ciudad.

A punto estuvo de negarse, pero a veces le costaba resistirse a ciertos impulsos y el negarle a alguien que le hacía sentirse bien era uno de ellos. No sólo eso, como venía siendo habitual en el Fénix, no era una cita a la que acudía por un sólo motivo. Sólo esperaba que todo saliera medianamente bien porque las posibilidades de que fueran mal existían y no sabía si podría seguir con su labor si alguno de sus puntos fallaba.

Finalmente llegó hasta donde Arimi; el dueño de la posada le había señalado el lugar donde la Kakita le esperaba.

- Konnichiwa, Kakita Arimi-sama. Hoy la ciudad está de enhorabuena si paseais por sus calles.

Las palabras del shugenja, que otrora habrían arrancado una sonrisa de los labios de la bailarina, se le antojaron huecas y vacías.

- Tomad asiento, Isawa Koushi-sama. Os agradezco que hayáis venido.

Sirvió un poco de sake en una taza de cerámica idéntica a la suya, y se la indicó al shugenja con un ademán.

- Seré breve y concisa, pues otros deberes requieren mi atención. Os he hecho llamar porque he tenido ocasión de obtener más información acerca del nemuranai y de lo sucedido en Kyuden Kakita.

Koushi dejó a un lado la galantería al ver el ánimo de Arimi y el carácter de la cita. Deber, no placer. El Isawa tomó asiento y miró a los ojos de la Grulla.

- No me lo agradezcáis, todos tenemos deberes que cumplir y sois vos quien me ayudáis en el mío. Dijo tranquilamente; tomó la taza de sake y se mojó ligeramente los labios, sin llegar a beber. Es más, se extrañó de la bebida elegida por Arimi. Así pues, decidme por favor, ¿qué nuevas compartiréis conmigo?

La bailarina asintió lentamente, y esperó a que el shugenja se hubiera acomodado frente a ella. Sólo cuando supo que había captado toda su atención, se decidió a hablar.

- He hecho algunas averiguaciones discretas sobre lo sucedido en Kyuden Kakita y el incendio que arrasó nuestras colecciones.

Se detuvo un instante para mojarse los labios con el sake de su taza, y miró con un suave parpadeo al Isawa.

- No sólo ardieron tapices y obras de arte. Según parece, también se perdieron los archivos y documentos referentes a ellos y que guardábamos en ese mismo lugar. Los archivos referentes al busto se perdieron entre las llamas. Lo más extraño de todo es lo que en ellos estaba escrito. Según parece, había referencias a Yajinden en los escritos de nuestro busto...

Su voz disminuyó tanto que al Isawa le costaría escuchar sus palabras, si no fuera porque dominaba el aire que las portaba hasta sus oídos.

Koushi casi palideció al escuchar aquel nombre.

Yajinden.

Que días atrás pensara en él durante una conversación con Kakita Saori le pareció una casualidad de lo más macabra.

- Eso es una de las peores noticias que podíamos recibir. Esa y saber que la Grulla había tenido tales escritos en un lugar como Kyuden Kakita. Los Isawa tenían muchas cosas igual de terribles o poderosas pero a buen recaudo en Gisei Toshi, donde nadie llegaría. ¿Quién podría saber qué había escrito en en los documentos del busto?

La joven negó con la cabeza, antes de apurar su taza de sake y dejarla de nuevo sobre la mesa.

- Me temo que en eso todavía no os puedo ayudar. Pero pensad que, al igual que el Fénix, la Grulla tiene archiveros y bibliotecarios, así como expertos que cuidaban esas obras. Sólo alguien que estuviera al tanto de estos escritos podría saber qué había en ellos. Pero...

Por un momento, el Fénix pudo vislumbrar una nota de la antigua preocupación de la bailarina en sus ojos claros.

- ¿Os encontráis bien? Lamento ser portadora de tan malas noticias, Koushi-sama, pero sentía que merecíais saber esto. Lamento que la investigación no esté discurriendo por el cauce que desearíais...

- No os lamentéis, Arimi-san, pues a pesar de ser sin duda malas noticias al menos sé algo más que me pueda ayudar a intentar solucionar este caso. Me encuentro bien, no os preocupéis, tan sólo que últimamente las malas nuevas priman sobre las buenas.

Koushi forzó una sonrisa que, a pesar de todo, pareció natural. Pero para alguien como Arimi, que conocía al Isawa además de ser alguien tocaba el alma de aquellos con quienes trataba, la mirada de él no podía mantener la misma serenidad que sus labios.

- Aún así pienso que todo cambiará, de seguro que en los próximos días cambian los vientos y las fortunas sonreirán a esta Corte.

Cierto desconcierto por el cambio de tema se dibujó en las facciones delicadas de la Grulla, que pareció dudar un momento. Veía la mirada perdida de Koushi, perdida en un millar de pensamientos poco agradables que fluían por su mente, y no pudo aguantarla. Bajó los ojos hasta la mesa, y construyó una sonrisa protocolaria.

- Vaya, Koushi-sama, cuánto optimismo repentino. ¿En qué os basáis para llenaros de esperanza? - y en sus palabras, bajo la capa de cortesía exquisita con que siempre dotaba cada sílaba, se dejaba desleír un licor amargo.

- En que por muchos obstaculos que pongan ante mi no voy a desfallecer; en que veo todo esto como una prueba de las Fortunas y sé que no fallaré. Aquello era verdad, o al menos así lo decía el fuego contenido en las palabras. El orgullo de los Isawa puesto al límite. No ganaré la Prueba de la Lanza de Bishamon porque no soy un guerrero, Arimi-san; tampoco la Gesta de la Princesa porque no puedo concentrarme en obtener un favor Imperial cuando la misma Princesa puede estar en peligro en tierras de mi Clan. Así que me queda este reto y cualquier victoria será más importante para mí que la gloria; no olvidéis esto nunca, Arimi-san, cuanto mayor es lo que hay en juego, mayor debe ser el sacrificio. Shiba-kami e Isawa-shiryo me enseñaron eso.