Día 36 a las 12.00 - Rentas por cobrar
Publicado: Mar Abr 01, 2008 12:13 pm
La misiva que Hayaku le había hecho llegar era apremiante. Los documentos prometidos por Hanzô habían llegado sanos y salvos y ése era el momento propicio para estudiarlos con calma, decidiendo sobre su futura utilidad. El asunto con ese taimado cortesano estaba llegando a un grado insostenible, ¿qué había detrás de toda esa aversión? La joven bushi no lo sabía pero no tardaría en averiguarlo.
Eventualmente, sabía que su forma de actuar quizás no fuera la más honorable, de hecho estaba más cerca de ser la más deshonorable, pero el asunto en juego era demasiado importante como para mantener las formas, por lo menos no mientras fuera Shiba Fuu.
Tras llegar a magistratura, la yojimbô se dirigió al despacho de la Moshi con la familiaridad de quien en las últimas semanas ha ido y venido como si el local fuera de su padre y ella estuviera a punto de heredar.
Según su entender, la mayor parte de los funcionarios la miraban con orgullo, sobretodo después de su reputación tras los enfrentamientos con los ronin asesinos y su duelo a muerte -le gustaba llamarlo así aunque en realidad no llegó a ser un duelo ni su rival a morir- con ese bergante de Yuzan. No obstante, la realidad es que la miraban con pánico contenido temiendo ser víctimas de su legendario mal genio.
Estaba convencida que, en esta ocasión, su comportamiento tampoco era el más adecuado, pero a Hayaku le gustaba que diera rienda suelta a la parte más oculta de su personalidad, aquella que la estricta enseñanza que había sufrido, así como sus habituales ocupaciones, le reprimían. "Te hace mejor guerrera. Lo cual es bueno para ti, pero sobretodo para mí y mi firme intención de llegar a vieja." - decía.
-Buenos días, Haya. He traído un poco de comida. - dijo a modo de saludo mientras dejaba algunos cachivaches repletos de olorosas viandas adquiridas -a tenor de su aspecto casi a coacción- en cualquier tugurio de la ciudad. -¡Vamos a comer! - vociferó sin tan siquiera mirar a la yoriki.
Eventualmente, sabía que su forma de actuar quizás no fuera la más honorable, de hecho estaba más cerca de ser la más deshonorable, pero el asunto en juego era demasiado importante como para mantener las formas, por lo menos no mientras fuera Shiba Fuu.
Tras llegar a magistratura, la yojimbô se dirigió al despacho de la Moshi con la familiaridad de quien en las últimas semanas ha ido y venido como si el local fuera de su padre y ella estuviera a punto de heredar.
Según su entender, la mayor parte de los funcionarios la miraban con orgullo, sobretodo después de su reputación tras los enfrentamientos con los ronin asesinos y su duelo a muerte -le gustaba llamarlo así aunque en realidad no llegó a ser un duelo ni su rival a morir- con ese bergante de Yuzan. No obstante, la realidad es que la miraban con pánico contenido temiendo ser víctimas de su legendario mal genio.
Estaba convencida que, en esta ocasión, su comportamiento tampoco era el más adecuado, pero a Hayaku le gustaba que diera rienda suelta a la parte más oculta de su personalidad, aquella que la estricta enseñanza que había sufrido, así como sus habituales ocupaciones, le reprimían. "Te hace mejor guerrera. Lo cual es bueno para ti, pero sobretodo para mí y mi firme intención de llegar a vieja." - decía.
-Buenos días, Haya. He traído un poco de comida. - dijo a modo de saludo mientras dejaba algunos cachivaches repletos de olorosas viandas adquiridas -a tenor de su aspecto casi a coacción- en cualquier tugurio de la ciudad. -¡Vamos a comer! - vociferó sin tan siquiera mirar a la yoriki.