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El precio justo. [Dí­a 39; Segunda Hora de Shinjo; 21:00]

NotaPublicado: Jue Abr 10, 2008 7:10 pm
por Isawa Koushi
Koushi dejó atrás la Casa de sake donde se reunió con Arimi y reprimiendo los impulsos que le instaban a ir tras ella y retenerla y pedirle perdón por todo, siguió su caminó hacia la mansión del gobernador.
La noche había caído y el camino era oscuro, por ello el Isawa esperaba pasar más o menos desapercibido entre los que aún quedaban en la calle.

NotaPublicado: Mar Abr 15, 2008 3:50 pm
por Soshi Mishi
El frío nocturno había recluido a los paseantes de la tarde en sus casas, prefiriendo el goce del fuego en sus hogares que la gélida brisa acariciando sus cuerpos. Sólo un par de noctámbulos - sin contar con las omnipresentes guardias de la ciudad - se cruzaron en tu camino hasta llegar a la mansión de Isawa Yamaguchi, que brillaba como el resto de la urbe de Ippôyakku no Toshi.

Un criado salió a recibirte y llamar a la ayudante Yaeko, mientras te proporcionaban calzado seco y té caliente. Al cabo de cinco minutos, cuando ya te estabas recuperando de la temperatura exterior, la mujer hizo acto de presencia.

-Konban wa, Isawa Koushi-sama. Extrañas horas para dar un paseo, ¿neh?

NotaPublicado: Mar Abr 15, 2008 5:45 pm
por Isawa Koushi
- En tiempos extraños, todo tiende a serlo, Yaeko-san. Dijo Koushi con una expresión tranquila en el rostro; el paseo hasta la mansión le había helado hasta los huesos y el encuentro con Arimi enfrió su alma pero pocoa poco todo volvía a estar bien. Iba a estar en la ciudad ocupándome de unos asuntos y pensé que podía visitar la mansión de vuestro Señor; de ahí la misiva que recibistéis. Espero no haber sido inorportuno.

NotaPublicado: Mar Abr 15, 2008 10:08 pm
por Soshi Mishi
-¿Alguien os ha deseado tiempos interesantes? No es una bendición, creedme. Al menos cuando se celebra una Corte de Invierno en tierras de tu clan, ¿verdad? Sobre todo con lo que corre por ahí fuera.

NotaPublicado: Mar Abr 15, 2008 11:08 pm
por Isawa Koushi
El Isawa observó a Yaeko con eduación pero sin perder detalle de todo en ella, apariencia, gestos o actitud.

- No, ninguna bendición como bien decís mas hay que reconocer que sólo en tiempos como estos los grandes héroes de Rokugan se forjan. Tanto como los grandes villanos, claro.

Koushi se preguntaba cuánto sabría la ayudante de Yamaguchi de lo que corría fuera; era de esperar que, viviendo en la ciudad y trabajando para quien trabajara estuviera al tanto de, al menos, los asesinatos.

NotaPublicado: Vie Abr 18, 2008 5:34 pm
por Soshi Mishi
-Grandes héroes, grandes villanos. Pero sólo de los primeros hablan las novelas, las obras de teatro, las pinturas... es mejor olvidarse de las cosas feas y sólo dedicarse a las bellas, ¿no os parece?

NotaPublicado: Vie Abr 18, 2008 5:38 pm
por Isawa Koushi
- No podía estar más de acuerdo con vos, Yaeko-san, en cuanto a enfocar la atención en las cosas bellas.

Las palabras del Isawa estuvieron acompañadas de una sonrisa mitad cortés mitad seductora, casi tanto como la mirada que dedicó a la ayudante de Yamaguchi.

NotaPublicado: Vie Abr 18, 2008 6:04 pm
por Soshi Mishi
Una sutil sonrisa brotó en los labios de Yaeko.

-Me temo que secaros el pelo no bastará, Koushi-sama. Hemos de cambiar ese pesado kimono empapado por la lluvia. Creo que se os habrá mojado incluso el fundoshi...

NotaPublicado: Vie Abr 18, 2008 6:28 pm
por Isawa Koushi
- No traigo más que lo puesto; no quisiera abusar de la hospitalidad de esta casa pero me vendría bien un baño caliente y una muda de ropa hasta que la mia se seque.

Koushi hizo un gesto abarcando su quimono y sus pies, lo que unido al aspecto frágil que era su marca daba énfasis a sus palabras y petición.
El Isawa no era realmente consciente de lo que estaba haciendo sino que respondía, como ya pasó una vez, a algo más primario que meditado.

NotaPublicado: Vie Abr 18, 2008 6:52 pm
por Soshi Mishi
-Eso no es un problema, Koushi-sama - ronroneó Yaeko, mientras te llevaba de la mano a la zona de los lujosos baños de la mansión. Con un gesto imperioso expulsó a los criados del lugar, y fue quitándote con esmero y laxitud el kimono, deteniéndose en cada uno de sus movimientos más de lo que decoroso. En cierta medida lo esperabas, y lo que vino a continuación te recordó - o no - a la experiencia con Yukazu...

El siguiente recuerdo te vino ya en el cálido baño, donde unos remolinos de aire hacían pequeños torbellinos en la superficie acuática. De Yaeko, ni rastro, salvo por una de sus agujas para el pelo que estaba caída en la bañera. En el banco alguien había dejado ya una muda y un kimono...